Revista Literatura

… y el coraje rechaza el mar del infinito.

Publicado el 17 abril 2015 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970

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Brad Kunkle

“La vida se contrae o expande en proporción al coraje de uno.”

-Anais Nin.

Miedo y Coraje

El miedo y el coraje
son gajes del oficio
pero si se descuidan
los derrota el olvido

el miedo se detiene
a un palmo del abismo
y el coraje no sabe
qué hacer con el peligro

el miedo no se atreve
a atravesar el río
y el coraje rechaza
el mar del infinito

no obstante hay ocasiones
que se abren de improviso
y allí miedo y coraje
son franjas de lo mismo.

Mario Benedetti

Estos últimos tiempos he estado recurrente con la eternidad, lo sé por los títulos de mis dos últimos escritos, que incluyen la palabra duplicada y descaradamente. Hoy por la tarde, mientras pensaba en la eternidad en general –no de mi vida en particular-, se me cruzó la cuestión del coraje y es ahí que probablemente haya podido romper el hechizo de la repetición.

Puntualmente una persona me dijo que para tirarse de un avión, como yo lo hice,  era necesario tener coraje. No es por quitarme mérito. Tirar me tiré. Pero acompañada. Es decir: de morir no iba a morir sola. Sería una muerte múltiple: el instructor y yo. Entonces me puse a pensar en qué componentes son necesarios para tener coraje, a parte de la aparente falta de miedo, porque como leí por ahí tener coraje es aguantar un poco más al miedo.  Llegué a desvariadas y múltiples conclusiones.

La primera es que a veces es bueno estar acompañado. Como cuando uno va a hacer un salto de bautismo. Ese alguien pasa a ser el ente que nos da aliento, nos dice que “podemos”, que “es tuya Juan”, y a veces se tira con nosotros –ésta última sería la versión exprés de coraje-.

Creo que cierto acompañamiento suaviza bastante la sensación de  miedo, aunque al fin y al cabo saltemos en soledad, porque decisiones como cambiar de trabajo, separarse, cambiar de ciudad o país, decirle a alguien que no está ni enterado que nos gusta, por dar algunos ejemplos; se pueden tomar acompañados pero se concretan en soledad.

Otra situación que se me cruzó, es que para tener coraje hay que estar solo, libre de los miedos y prejuicios del prójimo.  Es decir, contrario a lo que dije algunos renglones más arriba. Es el momento –si uno realmente está comprometido con la acción- de sacarse de alrededor gente pesimista, muy precavida, miedosa, mala onda y similares.

Todo esto acudió a mi cabeza luego de revisar mis propios actos de cobardía. Para mi el peor acto de cobardía capital radica en no seguir el pulso, al  corazón, no hacer lo que nos da satisfacción. A veces lo hacemos por falta de libertad, nos sentimos o estamos realmente presionados. Otras por complacer.  Al no tener el coraje de ser libres cedemos a los requerimientos externos, que en muchas oportunidades ni siquiera son frontales, sino simplemente sutiles indicios que a mal tiempo acatamos a rajatabla.

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Brad Kunkle

Creo que la primer experiencia de este tipo sucede con los progenitores. Yo misma como madre debo de haber coartado alguna acción de mis hijos en su momento, por temor,  reflejando mis propias dudas y miedos o por simple falta de flexibilidad.

Si uno no suelta, difícilmente pueda soltar al otro, y todo es una angustiante cadena en donde terminamos presos de las opiniones ajenas y propias, nadando en un mejunje de ambas.

No todo es tan drástico. No siempre es necesario separarse del otro que nos tira abajo en el sentido literal de la palabra. Pero sí aprender a poner en orden nuestro entorno, para que cuando necesitemos coraje para lanzarnos al abismo, nos rodeemos de las personas adecuadas, silenciemos a las otras, o vayamos con la cabeza erguida hacia nuestra misión solitos y con actitud independiente y adulta.

Hace algunos años, tal vez ya más de una década, me tatué una mariposa en mi hombro izquierdo. Es uno de esos tatuajes tribales y de libre interpretación. Pero para el caso vuela.

Si mi primer tatuaje en su momento fue un acto revolucionario –cuidado: acto revolucionario en la treintena de mi vida!-, éste era el camino que yo quería transitar.  Libertad para mí y para el resto.  Tal cuestión, como cualquier expedición que dé varias vueltas alrededor de uno mismo, me llevó más tiempo del que yo pensaba, es más, aún el recorrido no termina y sigo trabajando en ello.

Es que para ser libre y para dejar al otro ser libre, es necesario tener coraje, desprenderse, soltar, iniciarse en el autoconocimiento y tomar clases de conducción de la propia vida.

Al fin y al cabo “Un barco está seguro en el puerto, pero para eso no son los barcos.” -William G.T. Shedd.


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