Quizás sus calles se estén preguntando por qué ya no paseamos por ellas de la mano. Echaran de menos nuestros besos eternos en los semáforos, nuestros paseos en moto, nuestras risas. Nos buscaran en las terrazas, esperando vernos entre el gentío, comiéndonos a besos entre cucharada y cucharada de helado de dulce de leche, o de turrón. En sus cines nuestras sillas se quedaran vacías para siempre, dejando aún si cabe más palpable nuestra ausencia.
Recorrerás tu solo los lugares donde nos quisimos y se preguntarán por mí, por esa pequeña chica de aspecto frágil y ojos curiosos que iba siempre a tu lado. Ellas no lo saben. No saben que nosotros ya solos somos tú y yo, que volverás a pasear por ellas, a enamorarte en ellas, a ser feliz, pero nunca más conmigo.
Me inquieta no saber si alguna vez podré volver a pensar en Madrid sin nostalgia, nostalgia de ella, de ti, de mí, de lo que fuimos.