En el disparador de ilusiones automático seguía sonando un buen flamenquito, el libro en la mesita de noche con el marca páginas entre la nube de tu beso en mi boca, y con el corazón girando ya perdido en to los sentío, y ya tras la fiesta terminada, y recogiendo, le volvimos a dar a la música, descorriendo la cremallera que enfunda los acordes espontáneos que corren por las venas, en esos bares en los que los futuros nos darán hasta las tantas de una madrugada parida en alto vuelo, preñada de rojos amaneceres asaeteando al silencio en la terraza de aquel café (*bar) y traspasando barreras.
Que escribo para mí y para ti, y que las palabras tienen vida propia, como tú y yo, y que yo sé que vuelan, aunque a ti, va y se te escapen, porque nada importa, que ya habrá quien rescate alguna durante su vuelo y pida un deseo, ya que no lloverá jamás a gusto de todos, ni sonarán clarines de amargura ni violines henchidos de adagios de notas perfumadas en el pentagrama de los milagros, que la magia terminará tras el Abracadabra o el Alcazam viendo volar a las palomas que la realidad matará a tiros, pero de esas siete vidas ( que ya son cuatro) que me quedan, dejo mi sonrisa como gota de vida en esa cajita donde guardamos los sueños, aquella que limpió tu alma en tantas noches de desamparo, y que abrazaré enlazada a las tormentas, y a la vida, que torpe, sigue su rumbo sin meta, con tanto destino por delante como horas, minutos, segundos, milésimas... y sendas rectas, desviadas, o sinuosas por las que sólo nosotros decidiremos cual de todas ellas habremos de seguir, sentados en la piedra del camino viendo pasar al rebaño, y a todos sus pastores de mentiras vestidos de mediocridad y de engaños...Y a él ¿qué decirle? , pues que ya no me queda nada... y que los recuerdos que compartimos volaron al país del nunca jamás. Que fallamos, corazón. Y que en fallar, está falla... y soy de las de pegarle fuego a lo que se secó por falta de regarlo...