Revista Literatura

Y por eso no habláis

Publicado el 01 mayo 2014 por Sara M. Bernard @saramber
Y por eso no habláis
Déjalos en paz.
Déjalos ya en paz.
Déjalos, que están muertos. Y son antiguos.
Pero es que no puedo parar. No puedo detener la búsqueda, porque no hay modelos completos que curen mi orfandad. Ese es el motivo: estoy huérfana de hermanas. Empiezan a surgir -porque las empiezo a conocer- pero suelen ser extranjeras. Y también muertas.

¿Y de mientras? De mientras lo más parecido es Kafka. Y un poco de Poe, periodista muerto de hambre también.


Pero déjalos en paz, que están muertos. 

¿Y qué hago, dime, mientras tanto? Si ignoras un momento que mi padre no tiene tanta mala leche, que no sé nada de yiddish, checo (dýchat, lo único) ni alemán, que he crecido en un entorno católico no practicante en vez de judío o que mis parejas han sido todas hombres y no mujeres, ¿cómo no voy a alucinar con frases idénticas en los diarios, palabra por palabra, coma a coma? ¿Cuando perseguí al estudiante de la escuela de idiomas para que tradujera frases directamente del idioma original y seguían siendo iguales, palabra por palabra, coma a coma? 


Pero déjalos que
Hemos encontrado el techo de cristal, amigo. O quizá es el retorcido plan de estudios que he tenido que soportar, en el que sólo existía Teresa de Jesús. La única, la única que entraba en los exámenes, como escritora y mística. Y aunque no comparta en absoluto la mística concreta sobre la que existió -porque soy de otra- es el símbolo de la resistencia. 

Porque después, en las líneas temporales, hubo más silencios a gritos. ¿crees que en algún examen me preguntaron por las hermanas Brontë, por Mary Shelley, Virgina Woolf, Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni, María Zambrano ....

No, JAMÁS. NUNCA.

Transparentes e invisibles. 

Y ahora soy una analfabeta. Espero ser una analfabeta, espero que las pocas lecturas y el desconocimiento me aplasten, lo deseo con todas mis fuerzas, aunque ya tengo una lista elaborada con autoras que, de hecho, ahora estarán escribiendo porque no son un cadáver. Pero sigue sin ser suficiente.


Es el techo de cristal, un gueto de etiquetas, un grupúsculo de minorías. La mujer, como personaje de literatura, sigue siendo lo otro, porque siempre ha estado contado desde lo ajeno. Los ellos literarios han sido héroes de todos los rangos: el feo y simpático, el asesino reconvertido, el dolido que busca venganza, el bueno e inocente que se convierte en malo, el malo que se hace bueno, el perfecto y el que es un completo desastre. Incluso el anti-héroe, inútil, drogadicto, borracho, putero.
Y estamos cansadas de las migajas. De la discriminación positiva que no deja de ser discriminación pura y dura. De las etiquetas femi-lit-la mierda que sea son otra forma maquiavélica de mantener el orden: sois lo otro, id a vuestro gueto. 
Hace falta romper el techo. Que haya Musos. Que exista un monólogo de Molly Bloom que sea auténtico, no sólo en la técnica formal sino que realmente el contenido sea el de un personaje femenino y no la bazofia que es -así no piensa una mujer- . Que exista una Lolita de verdad, el personaje dado la vuelta y no la deformada por Hollywood, es decir, que sea la adolescente de 11 años que piensa en follar y nadie le hace caso porque de su edad son niños, un poco mayores la ven como niña a ella y mayores hablamos de pederastia. Que haya una Holden Caulfield que crezca.

Que los hay. Y cada vez habrá más. Pero se las sigue transparentando para que no se las vea. 


Este es el campo de batalla, hay que hacerlo, en vez de una mesa protegida (e invisible) sólo de Escritoras y Literaturas escritas por mujeres.  Empieza a ser cansino, tanta señora. Y la única manera de romper el techo de cristal es destrozarlo a martillazos.

P.D. Kafka, quiero el divorcio. Pero ya.

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