Seiscientos kilómetros de carretera pensando en tus labios, en tu olor, en tu voz. Seiscientos kilómetros de carretera con un pánico atroz a que no aparecieras, a no saber cómo reaccionar, a volverme loca.
Dos minutos para la hora prevista. El terror me provocaba nauseas. Estando en el cuarto de baño intentando sujetar mis tripas me suena el móvil.- Estoy…
Esa simple palabra me hace salir pintando, enfundarme en el abrigo aun no sé muy bien como y salir sin ni siquiera echarme un vistazo en el espejo.
Tu coche azul aparcado junto a la acera. Sé que me observas por el espejo retrovisor. Por unos segundos esa estampa tan familiar me provoca la sensación de que toda está bien.
El saludo es frio. Tu mirada hierática. Yo te adoro.
Paseamos hasta llegar a un garito cualquiera. Apoyada en la barra me presento ante tí completamente desarmada, sincera. Las lágrimas brotan y no puedes evitar abrazarme, nunca has soportado verme llorar. Me acabas confesando que aún me quieres, que me echas de menos pero que aún no puedes. Aún no puedes… Me cago en tu cabezonería, en tu orgullo. Nos besamos y sé que estoy en lo correcto. Tú eres mi hogar.
Seiscientos kilómetros de vuelta embriagada de ti. Seiscientos kilómetros de vuelta pensando en las mil y una locuras que aún me quedan por hacer por tí. Seiscientos kilómetros convencida de que solo pierde quien se rinde.