Me sulfuran del ombligo lágrimas seca y vidrio,
olvido, dramas, quejidos; nombres, apodos y
apellidos obsoletos menos dichos. La celda, el
tiempo, el deceso; su desaparición y los aparecidos. Y
los parecidos diversos más complejos que tenemos.
Los que lo mataron, los que por el murieron, los
que vinieron para olerlo, los que nunca más los
vieron y los necios que creen aún en su ejemplo al
bien leerlo. Los imberbes, los lampiños, los calvos
y los indecisos que pelan cráneos por pelos…
Los cornudos con nudos en sus cerebros, los
bisiestos que empatan años bohemios. Los
perfectos que sin ser se creen genios. Los dos
besos por el cuello en un soneto, la mordida y
la oración que se hacen cuentos con deseos.
Los que en un juego al principio forjaron al
Hombre Nuevo, con sus trampas, sus delitos
y sus genes siempre enfermos de mal de
pueblo. Los que dicen que es de ellos; y los
que solo sabemos, que lo queremos entero.
¡Pues lo asumimos completo y todo nuestro!
El verso en magma, cual tintero que enfrenta
Imperios con sus dedos; sin familia para verlo.
Las desgracias, el destierro y un bolero que
da besos desconciertos por el pueblo. Y
ahora a quién más me invento para dárselo,
por si desea creerlo y yo mismo lo despierto
hablándole de el sin complejos altaneros…
Por si otros quieren tenerlo, es todo vuestro
el Maestro; cójanselo que el tipo es bueno…
¿Y quien más quiere a Martí?
¡Pregunto en serio!
No se priven de leerlo, si quieren saber si
su ejemplo quiere decir que hasta muerto
lo obtenemos. Y disocien sus preceptos de
quienes predicen lo eterno; de los amos y
cancerberos que sin perdón nos mintieron.
Porque quien venda al recuerdo, ciego se
sentirá preso; y como objeto vivirá…
Desterrado en el silencio comprendiéndolo;
y aceptando que derecho hizo de izquierdo.
¿Y quien más quiere a Martí…?
Respóndanme si me leyeron…
¡Para enviarle su aliento en otros versos!