Lejos de tomar el condicional “¿y si…?” como punto de inicio de alguna historia, tal y como suelo hacer desde que adoptara hace años el consejo de Mary Higgins, lo recupero hoy para tratar un interrogante más personal: ¿Y si la necesidad de escribir estuviera satisfecha? ¿Y si ya no tuviera más que decir? ¿Y si hubiera despertado a la realidad del auténtico “cuento”? ¿Y si pusiera punto final…?
Llevo tiempo sin juntar letras. Ni aquí, ni en la comedia que ahora ocupa mi afición (porque si no se cobra, dicen, no es trabajo). Sin embargo, mientras la pluma anda de vuelo caído, he aprovechado el tiempo y he realizado numerosos intentos de contacto con editoriales, agentes, escritores de cierto nivel (son los que te ignoran, generalmente), etc., sin obtener el eco mínimo como para pensar que no me he convertido en esa mujer invisible, que bien podría ser la protagonista de una de mis encajonadas novelas. Cosas más raras pasan.
Por poner un ejemplo práctico de cómo está el panorama, os contaré una última anécdota (por llamarlo de alguna forma): hay una agencia (un intermediario entre el escritor y la empresa que publicaría el libro recomendado) que se distingue del resto porque SÍ admite propuestas de anónimos con manuscritos bajo cansados brazos. No es una exageración: la mayoría -tanto editoriales, como agentes- no quiere saber nada si no tienes ya un nombre, premio o puesto en plantilla conocida. Te remiten (en el mejor de los casos) a alguno de sus certámenes, y si no, pues adiós muy buenas. Algunos, ni eso. ¿Para qué molestarse? Pues como iba diciendo que me disperso: dicha agencia, a la que no haré publicidad, abre su formulario de inscripción de novelas el día primero de cada mes. Yo he intentado incluir mi tercer libro durante dos meses consecutivos, y ha sido materialmente imposible. El plazo concluye a las 00:03/00:04 minutos de ese primer día… según ellos, porque se completa enseguida el cupo de propuestas.
A pesar de tener todas las respuestas listas (te sientes como en un estresante concurso de TV), para limitarme a copiar y pegar, no he sido capaz de rellenar dicho formulario dentro del plazo establecido. Al “enviar”, ya me di con el correspondiente “cerrado” de la solicitada agencia. Como digo, esta es de las más “abiertas” a nuevos/desconocidos escritores, así que imaginad el resto. Y estamos hablando de un intermediario. Ni siquiera ser Correcaminos a la par que escritor, garantiza que tu libro sea recomendado o publicado. La competencia es feroz (y veloz), o eso nos quieren hacer creer.
“DEMENTALES”, una novela de 347 páginas que aúna todos los géneros existentes, que promete adicción y deseos de una segunda parte (lo digo yo, claro) continúa guardada, sumando polvo (metafórico) y gritos; hastiada como la madre que no lo consigue parir y que -por lo tanto- ve cómo cada día aumenta su desespero. ¿Hasta cuándo? Esa es la cuestión. ¿Puedo seguir escribiendo comedia entre bofetadas sin mano? Ese es el reto.
Pero… ¿Y si lo intento -de otro modo, por otras vías, con otras ganas- una vez más? ¿Y SI SÍ…?