¿Y SI MARINALEDA TUVO RAZÓN?
La democracia representativa, esa que consiste en meter un papelito en una urna de metacrilato cada cuatro años, a favor de una lista de personas en la mayoría de los casos desconocidos, da la sensación de haber parido ya todo lo que tenía que parir. Parece que le ha llegado la esterilidad y que no existe forma razonable de creer en su preñez. Cierto es que, de cuando en cuando, llega un ilusionista y saca un conejo de la chistera. Sí… pero la gran mayoría de los ciudadanos (esa palabra que tan manida tienen los políticos que ya veo muy difícil que, con tantísimo manoseo, vuelva a recuperar su esplendor semántico), la mayoría de los sujetos pasivos, o pacientes, de la política –repito- saben que, a la postre, se trata siempre de la misma chistera y del mismo conejo. Tantas veces se ha repetido el ilusionismo, que la antigua chistera está raída como la del mago indigente del circo pobre que va al pueblo pobre y el conejo ¡el exhausto conejo! harto de tanto truco, ya sale dormido, o muerto tal vez.Estaba repasando “El ensayo sobre la ceguera”, pero alguien, por mágica casualidad, se ha dejado abierta una WEB que va sobre el análisis de resultados electorales comparados. ¡Dios! Hay que ver cómo sube la abstención, hay que ver cómo las tablas de esta WEB cada vez se parecen más al texto de “El ensayo sobre la ceguera”. Y eso que los esforzados políticos, todos a una, por una vez y sólo cada cuatro años (¿por qué será?) se desgañitan “horas” antes de cada convocatoria recordándonos nuestros deberes de ciudadanos (¡otra vez la palabra!) para con las cajitas de metacrilato, o sea: ¡que debemos ir a votar! Incluso todavía hay quien mantiene y mantiene que, si no lo metes, no tienes derecho a exigir nada después… Me acojo a mi derecho a no declarar frente a tales criterios obscenos.Lo cierto es que, en estas tablas de resultados comparados, hay siempre un claro ganador o un par de ellos que, coaligados, martirizan cada vez más al triste conejo de la vetusta chistera. Esos monstruos traga-votos son la abstención y el voto en blanco, y las tablas estadísticas no me descubren nada que ya no me hubiera dicho José Saramago: el silencio gana por mayoría absoluta.Para mí, la conclusión de tantos datos en barras de colores es clarividente: el abuelo conejo le está pidiendo silenciosamente (como la mayoría) a cualquier ONG ecologista que lo libere de la entelequia de tener que salir de la chistera… ¡Son ya tantas representaciones!Pocos creen a estas horas en la eficacia del voto cada cuatro años y nos vemos dentro de otros cuatro, cuando ya olvidé, cuando ya actuó la manipulación de los acontecimientos acaecidos o cuando el guión está perfectamente ensayado.Hubo un tiempo en que el pueblo de Marinaleda (Sevilla), creyó que la participación ciudadana (¡otra vez!) en los asuntos públicos, era la verdadera democracia. En ese pueblo los plenos de su municipalidad se celebraban en la plaza y se escuchaba a todos los… habitantes. Pero aquello, Juan Manuel, era válido (decíamos entonces) para un pueblo pequeñito como el tuyo y, aún así, todo el mundo puso el grito en el cielo y sufriste el ostracismo que quisieron las grandes valvas de la política; aquello –decían- no podía tener aplicación en las seriedad del macro-gobierno de una nación… Pero, ¿y si nos equivocamos? ¿Y si ahora fuera el momento de la participación, no con el voto, sino con el derecho de hacer y deshacer, de opinar, de proyectar… de devolverle el lustre semántico a la palabra ciudadano? Si fuera ese momento disminuiría considerablemente la clase política, disminuirían las crisis de todo, disminuiría la megalomanía y el pegamento al sillón, y el conejo sería el nieto del viejo conejo de la triste chistera. ¿Y si fuera el tiempo de lo que andan llamando democracia participativaa través de de una Sociedad Civil organizada en entidades libres y ausentes de ese apego al poder? ¿Y si la crisis, como todas las crisis, no fuera otra cosa que un semáforo en rojo a la continuidad estulta y un cambio de dirección obligatorio? ¿Y si el ser humano estuviera “mutando” o necesitara nuevos valores? Si fuera ese momento, habría que preguntarse obligatoriamente: ¿Y si Marinaleda tuvo razón?