¿Y si no te casaras?

Antaño existía una costumbre que podía ser provechosa o cruel: toda mujer, desde su adolescencia, empezaba a coser y a bordar las donas, o adornos hogareños -sabanas de lino, carpetas, toallas, ropas intimas – para cuando se casara. La madre le había destinado un cofre de maderas perfumadas y el baúl se iba llenando de primores al correr de los años. Aquellos bordados podrán en el futuro hogar una nota de elegancia y de calor: más el propósito de tal costumbre era además psicológico: la joven mientras bordaba junto a la ventana con alfeizar colmado de tiestos de claveles, pensaba en su boda. Se soñaba esposa y madre, con lo que su libido –como diríamos ahora – se centraba en ello; y así se preservaba desde antes de cualquier amor ilícito que no condujera al matrimonio. Bella treta moral .Se entregaría entera a su familia, puesto que todo su ser se modelo desde niña para aquella misión sagrada.
El cofre se llenaba de prendas… y también de ilusiones ¿Pero dónde estaba el novio?, nos preguntamos.
¿Qué sería de la muchacha si por azares de la vida, con azahares y velo no llegaba nunca a coronarse? Todo su corazón estaba encerrado en aquella arca con candado y con la llave perdida; ya nunca podría disponer de el para entregarlo a un destino diferente. Sin casorio, se quedaba sin alma. Vagaría exánime como sonámbula por las estepas heladas de su existencia.

Han pasado siglos. No obstante hoy, en la era atómica, todavía muchísimas mujeres han vivido solo para tejer y bordar ilusiones de matrimonio que acumulan en a caja perfumada del corazón. No podrían imaginar cómo sería su vida si no se casan ¿Qué pasaría pues con ellas en la angustiosa coyuntura de que no se les frustrara la esperanza, cuando con los primeros cabellos blancos llegue el día en que encuentren que se ha asfixiado el pájaro del sueño en el cofre hermético, que jamás se abrió?

Emma Godoy del libro Que mis palabras te acompañen.

Publicado por: gogol

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