Revista Diario

¿Y si vivimos en Flatland?

Publicado el 14 septiembre 2010 por Emilienko
¿Y si vivimos en Flatland?
"Flatland", la novela corta en escrita en 1884 por E. A. Abbott, me ha parecido muy interesante. En ella se cuenta la historia de un cuadrado perfecto que vive feliz en su mundo de dos dimensiones: una enorme hoja de papel donde convive con otros polígonos: triángulos, pentágonos, hexágonos y demás.
La desdicha del cuadrado comienza cuando un día, por casualidad, descubre un universo de una sola dimensión: una línea infinita donde conviven ordenadamente segmentos vivos. El cuadrado les pregunta a los segmentos si no les aburre su vida, todo el día desplazándose en línea recta. Los segmentos no comprenden lo que les dice el cuadrado. Ellos tienen dos ojos, uno en cada extremo, con el que se pasan la eternidad mirando a su vecino de delante y a su vecino de detrás y casi enloquecen cuando el cuadrado, una voz que no saben de dónde viene, les dice que es capaz de ver la longitud de cada uno de los segmentos.
Unos días más tarde, habiéndose olvidado el cuadrado del universo de una sola dimensión, recibe la visita de una esfera. La esfera es externa al plano donde vive el cuadrado; el cuadrado puede escuchar su voz y sabe que está cerca, pero no puede comprender dónde. Entonces, la esfera decide intersecarse con el plano. El pobre cuadrado, con cuyo ojo sólo ve su mundo bidimensional y con forma una línea recta, casi se vuelve loco cuando ve un círculo que crece y decrece hasta desaparecer en la nada, fruto de los juegos de la esfera que se mueve arriba y abajo cambiando la forma de su sección con el plano.
El cuadrado deduce que la esfera debe ser capaz entonces, en su mundo de tres dimensiones, de ver todos los lados del cuadrado a la vez, y no sólo eso, sino también su interior, del mismo modo de que él es capaz de ver a varios segmentos de la línea unidimensional. Sin embargo, no comprende bien qué es lo que ocurre, así que la esfera decide agarrar al cuadrado y sacarlo del plano donde vive. Entonces la visión que tiene el cuadrado de su mundo cambia radicalmente: es capaz de ver los cinco lados de su hijo pentágono y a su vez su interior, cuando antes sólo veía dos o tres de sus lados.
Maravillado por el regalo que se le ha otorgado, el cuadrado pide a la esfera que lo transporte a la cuarta dimensión. En ella, por analogía, espera ver todos los lados de la esfera y, a la vez, su interior. Pero la esfera, enfadada, dice que debe estar loco, que no existe la cuarta dimensión y, en su enojo, devuelve al cuadrado a su mundo bidimensional.
Hace unos días, una amiga mía me contó algo muy raro que le había ocurrido durante un ingreso en el hospital. Ella ocupaba una habitación individual, era de noche, estaba sola y había apagado su televisión para irse a dormir. Cuando hubo apagado todas las luces sintió algo.
-Pero, ¿qué era? -le pregunté.
-Allí había alguien, al lado de la cama.
-Pero, ¿lo viste o lo escuchaste?
-No. No lo veía ni lo escuchaba, pero sabía que estaba allí. No te puedo explicar más, pero allí había alguien. Y era un hombre.
Son frecuentes en los hospitales los rumores de fantasmas pero, personalmente, nunca me los había creído. Atribuía estas percepciones al estado confusional que sufren muchos pacientes durante sus ingresos y a la medicación que les administramos. Pero ahora que me contaban la historia en primera persona, la cosa cambiaba un poco. Me quedé pensativo y decidí comentarle la historia a Rosa, una experimentada enfermera de mi planta.
-Ah, bueno, eso es que tu amiga tuvo una "presencia". No es algo tan raro -me dijo.
No sé si lo que más llamó la atención de su frase fue la normalidad con la que la dijo; que ella ya hubiera sabido de situaciones similares con anterioridad o que este extraño suceso tuviera un nombre propio. Sea como sea, aquella noche, cuando me metí en la cama de la guardia, pensé en que todo esto me recordaba misteriosamente a la conversación que la esfera y el cuadrado habían mantenido. Y con cierto miedo, pensé en la hipotética existencia de una cuarta dimensión, terriblemente cercana y lejana en distancia simultáneamente, que como criaturas tridimensionales somos incapaces de ver y en la que nuestra cara, nuestra espalda y el interior de nuestro cuerpo es visible con una sola ojeada.
Foto: Observando Flatland desde la tercera dimensión.
Vídeo: Flatland, the movie.


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