Y un buen día, justo cuando mi reloj de muñeca se para, todo se acelera en un movimiento de revolcón en la cama: ¿Son las 10? Mierda qué tarde, tengo que entregar los papeles y me van a cerrar el banco, y tengo que imprimir la visa y los apuntes y; ya comeré luego, tengo el examen de derecho pero antes el de, ¡no me queda comida! Acuérdate del seguro médico y del puto libro neoliberal, la recensión crítica, el reportaje (¡mi entrevistada no contesta!); se han fundido 3 bombillas del salón, escasea la luz y la fe, la impresora no va, las tazas se escurren de la mano, la casa abunda en distracciones para el estudio: biblioteca 24h., allá voy. ¿Te vienes a estudiar? Chocolate y series, algo de sarcasmo y Freud El Egocéntrico; el polo norte se derrite y las transportistas se relamen y planean una nueva ruta y yo me vuelvo a enamorar de otra alma. Asfixia el calor en la biblioteca: Bum Bum en la cabeza (el clima de opinión de Bauhmaeur, compendio de pareceres en la sociedad, diferente del de Davison y Bryce, punto de partida para llegar al clima de comunicación), tiroteo en Alabama, volvemos al hombre-masa (¿Hombre-unidimensional? ¿Hombre-mediocre? ¿Pseudo-hombre? ¿Masa según Freud? ¿Masa según Williams? ¿Masa según Mills? Masa masa masa); pelos pelos pelos por todos los sitios, pero ¡ah! tengo la bici más rápida del mundo, viste? (Me devolverán los libros antes de pedirlos), aire, aire, aire de cara y sin manos: ¡alivia el narcótico del estudio!; chocolate tengo que comprar chocolate, esta noche piiiii sordera piiiii en el oído izquierdo/ me aleja de todo: hola, mundo interior; y después llamo a la compañía telefónica, el garaje, Internet, seguro médico, DHL, busca tu tarjeta holandesa –¡no encuentro el cargador!- y ¡los pesos! ¡Que alguien me cambie el dinero, por el amor de Europa!; hay mocos en mi nariz, mocos en mi cerebro, mocos qué calor hace en este sitio (la libertad colectiva precede al acto que supone la opinión individual preceptiva), la biblioteca: tacones y abrazos, teorías y porros, mangascortas y no verdes: pocos libros; afuera: aire, respira respira, que viene mamá, limpia la casa el suelo el mármol tu alma, la sordera se extiende: nada funciona más que tu cabeza, teorizas sobre aaaa mujeres del barrio que aaaaaa compran, madres prematuras, jóvenes atávicas aaaaat'Wentyaaaa-arabí-chibobó; mundo de la vida, formas generalizadas de comunicación: música, música de ascensor, música hacia el cadalso, ascensor de cañerías: llego a casa, ay, mi sofá, ay, el chocolate, pero antes no te muevas, tienes un fantasma en la cabeza, se va si no te mueves, vuela en círculos, bzzzzzzz, lo evitas, bzzzzz, dice bzzzzzz yo te protejo; pero ¡que el tiempo escasea, joder!: Haz la maleta, las lentillas, los papeles, libros, por si acaso, libros, por favor -de los libros no se huye-; imprime el billete, imprime la visa, imprime tu esperanza ¿me llevas al aeropuerto? Atascos, cafés, ruido de motor, que llueva que llueva la virgen, maletas que no cierran, snacks, el ala para dormir, sueño México, leo México, pienso México, lotería, colas, tren, platform, Albert Heijn y de repente
(aspiración): ah.
Hace frío. Sólo estáis tú y tus maletas. Detrás, la estación de tren. Respiras el frío de verdad. Alzas la vista sobrepasando raíles, bicis, bufandas, el idioma extraño pero reconocible, el olor a canales: qué bonitas fachadas. Forman un todo indisoluble que refresca tu memoria. Amsterdam. No sé lo que hago aquí. Tampoco sé lo que haría allí. Parada en el medio del bullicio, encierro el instante unos minutos. Me espera un CS en el mejor barrio de la ciudad. Anne y Joris esperan a mañana. Yo espero a pasado. Amsterdam, Amsterdam. Vagué tanto por tus empedrados, deseé tanto ser tu nieve, que te imagino fría e impasible, te imagino aséptica y liberadora. Te imagino, Amsterdam querida, de paso: Mamá me espera al otro lado del océano. Y esta vez va en serio.