Revista Talentos

Ya soy un cuarentón

Publicado el 10 julio 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

 

Valle de Pineta

Sí, aunque parezca increíble, ya tengo 40 añitos.

Ya tengo 40 tacos. O, como me ha dado por decir últimamente, cumplo 20 por segunda vez. El tipito de veinteañero lo tengo (¿y esas risas?) y la mente la conservo bien joven (debe ser porque en la tele de casa sólo vemos dibujos animados… Es lo que tiene ser padre de un cincoañero), pero con el plus que dan los años vividos y las experiencias acumuladas… Espera, no estoy seguro de que eso sea un plus.

En fin, que tenía que colar como fuera que este miércoles, 9 de julio, ha sido mi cumpleaños, así que me ha dado por escribir este post absolutamente prescindible.

Atención, pregunta: ¿influye la edad en el ánimo de las personas? ¿Cambiar de década, y más si es a una tan contundente como la que empieza por 4, nos convierte de golpe en venerables señores (o señoras)? La verdad es que el propio lenguaje abunda en la herida. Dejamos de ser tiernos y despreocupados treintañeros (no digo ya veinteañeros) para ingresar en el serio club de los machacados por la vida cuarentones. Treintañero, ¡yuju! Cuarentón, ¡catapum! 

Yo porque no soy muy de dejarme influir por los convencionalismos y lo que opinen los demás (eh, ese carraspeo, que lo he oído), pero a quien tenga tendencia a sugestionarse fácilmente pasar de treintañero a cuarentón le debe sentar como una patada en… (que cada uno complete la frase como guste). De los cincuentones ya hablaremos dentro de diez años.

Entiendo que haya gente a la que lo de los 40 le afecte. No es mi caso, pero tengo un amigo que… En serio, que a mí (de momento) no me afecta. A lo que iba. Este amigo (que sí, de verdad, que es un cuarentón ajeno a mí real) me ha enviado esta tarde un e-mail de felicitación muy bonito en el que se ha puesto bastante trascendental. Decía que superar los 40 es un momento clave en la vida, ya que llegamos a la mitad del camino y, por tanto, es hora de hacer balance de lo vivido y de pensar en qué queremos para el futuro. ¿Estáis de acuerdo?

Yo no lo he percibido así. Quiero decir, es mi cumpleaños, un día que siempre he sentido especial, independientemente de la edad que cumpliera. Reconozco que me gusta recibir felicitaciones, que me digan lo guapo, simpático, inteligente y buena persona que soy (me modero un poco, que tampoco quiero parecer presumido), y celebrarlo con las personas a las que quiero y que me quieren. Pero hoy, por el hecho de llegar a los 40, no me siento diferente.

Es cierto que se trata de un punto intermedio en la existencia de cada uno, pero en mi caso ya hace tiempo que pienso en lo vivido y en el par de siglos que quedan por delante. Igual mañana me pongo más trascendental y tengo que darle la razón a mi amigo (no, no me lo he inventado para regalaros esta joya), aunque, pensándolo bien, en parte ya se la estoy dando por escribir este post. No lo hice por los 39, y no creo que lo haga por los 41.

Esto me está quedando demasiado serio.

La edad… Cuántos tópicos, ¿verdad? “No pesan los años, pesan los kilos”, “no importa cuántos años tengas sino cómo te sientas”, “joven es quien conserva una mente joven”…

Yo tengo la suerte de trabajar con chavales a diario, pues soy profe de refuerzo escolar, y he de decir que la juventud se contagia. Estando con ellos tengo la impresión de que no hace tanto que yo era un tierno jovenzuelo como ellos. Cómo pasa el tiempo… Parece que fue ayer. Y es que la vida se nos va en un suspiro. Hay que ver, si es que no somos nada (lo sé, esta noche estoy especialmente inspirado).

Tengo que señalar, sin embargo, que hay adolescentes más mustios y con menos inquietudes que los más carcamales de los viejos carcamales. Una prueba más de que la edad no es sinónimo de una determinada actitud hacia la vida.

Yo me siento joven y cuando estoy con (más) jóvenes (que yo) me gusta bromear con ellos y establecer una relación de cierta complicidad. Quiero creer que mayoritariamente se sienten cómodos. Es decir, que no me ven como a un carroza que pretende hacerse el “enrollao”. ¿Os sentís “viejos” cuando estáis entre jovencitos/as?

Hasta hace cuatro días he estado jugando a basket en un equipo formado por veinteañeros. Llevo toda la vida jugando y la verdad es que pienso seguir haciéndolo mientras el cuerpo aguante y no tenga la impresión de que hago el ridículo (hablamos del estado físico, no de la calidad). Este año he decidido dejar el equipo porque me resultaba complicado compaginarlo con la vida familiar y ya empezaba a notar que me costaba seguir el ritmo de esas piernas que no se cansan de correr para arriba y para abajo. Las mías acababan diciéndome que por qué no me ponía a correr y a saltar con los huevos, digo, con los huesos… de la mano… o con los codos. Total, que me lo tendré que tomar con un poco más de calma.

Aunque yo creo que donde más se nota que uno va teniendo una edad es cuando divisas aproximándose por la misma acera a un par de jovencitas de buen ver. A los 20-25 te preparas en plan palomo para lucir tu mejor plumaje y las miras (no tan) disimuladamente, a ver si ellas también te miran. Después de todo eres un joven apuesto, sano, educado y de una sensibilidad exquisita (aunque las tres últimas cualidades resulten irrelevantes en tal situación). A los 40 procuras mirarlas (muy) disimuladamente y pasar desapercibido para que no piensen “mira al viejo canoso salido ese”. No es mi caso, por supuesto, ya que continúo siendo un joven (canoso) apuesto, sano, educado y de una sensibilidad exquisita, como demuestra el hecho de haber escrito una novela y estar escribiendo otra (aunque todo lo que sigue a apuesto no tenga la menor importancia en la situación planteada). Además, yo sólo me fijo en las cuarentonas… (ese ataque de tos…)

Pues hala, ya hemos pasado el rato. Ahora es cuando me tenéis que petar el blog a felicitaciones. Gracias, gracias, sois muy amables.

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