Tengo un ritual para empezar a trabajar porque me cuesta mucho empezar, aunque quiera hacerlo, aunque sea una tarea que me interese y disfrute. Entre más tiempo haya pasado desde que interrumpí la tarea o desde la última vez que me ocupé de ella, más difícil es retomarla. Y en eso estoy en este momento, porque mis vacaciones han terminado y yo debo hacer esta noche y la noche de mañana, lo que pretendía hacer en un par de tardes y siete noches.
Necesitaba descansar, así que me di una semana, de las dos que tuve de vacaciones primaverales. Fue una semana de arreglar pendientes, hacer trámites, descansar y el bonito día de pasear por otra ciudad, ir a los museos y al cine. La semana terminaría con la fiestita de mi niña, en domingo; el lunes sería justo el día de su cumpleaños, así que seguiríamos festejando, pero el martes pondría el cerebro a la obra.
Y pues no.
B necesitó el lunes y el martes para reponerse del domingo y además los trámites de la semana anterior se extendieron a esta semana. Y a mí los trámites me desgastan: llegan a descomponerme.
El miércoles, muy cansada, hice un reacomodo mental de las cosas por hacer y dispuse que empezaría a trabajar en la noche del viernes. Pero no pude. Pensé: "bueno, en la noche del sábado, con todo encima, no podré posponerlo". Y hoy me senté, con ganas de abrir mis archivos, porque de verdad que quiero hacerlo, y empecé a sentir la opresión en el pecho, ese primer indicio de "ahí viene un ataque de ansiedad". Escribirlo, ayuda.
Silvia Parque