La 54ª edición de la Feria Internacional de Muestras de Asturias cierra sus puertas dentro de unas horas.
Ha resultado una experiencia más que interesante. Siempre visité este evento como un simple espectador. Pero este año las cosas cambiaron. Este año la viví desde dentro en el más amplio de los sentidos. Como responsable de comunicación de uno de los expositores. Eso tiene su mérito y también su historia. Es importante conocer un evento de esta magnitud por dentro. Te da una perspectiva diferente. Una imagen distinta. Más objetiva y más detallada no sólo de la vida política, social, económica y cultural, sino también de la ciudadanía en general. Y es aquí, en este punto, en el que hay que poner a todo el mundo en su sitio. Basta ya de pamplinas y de buenas palabras.
Yanesca es una azafata brasileña, de piel bronceada, dentadura armoniosa, y esbelta silueta, que diariamente repartía publicidad de una determinada entidad gijonesa a la puerta de uno de los pabellones. Ciertamente llamaba la atención. Su silueta. La manera de moverse. Su sonrisa. Su melena rubia. Su cuerpo deportista. Los caballeros que por allí andábamos prematuramente nos percatamos de la situación. Eso sí, algunos más que otros. Y eso no tiene ni un ápice de censurable. Es lógico que los hombres podamos contemplar esas bellezas. También lo es que las mujeres hagan lo propio. Es un acto humano. Limpio y transparente. Pero en el marco de esta inocencia, lo que algunos desconocen es que detrás de ese cuerpo espectacular se esconde un ser humano, que tiene sentimientos, que arrastra (como cualquier otro hijo de vecino) su propia historia personal; quizás llena de soles y lunas… Un ser humano que ama y odia, con ilusiones, esperanzas, anhelos, fracasos y triunfos.
En muchas ocasiones, ése el problema. Nos quedamos en la fachada del edificio. No penetramos a su interior. No somos capaces de descifrar sus entrañas. No queremos ver el recorrido de las tuberías ni el discurrir de los desagües. Nos conformamos con ver la apariencia. Y nos equivocamos. Somostorpes, y muchas veces sólo nos quedamos en la imagen exterior de las personas. Nos apoltronamos en ella. No metemos el dedo en la llaga. No buceamos a través de las entrañas del individuo. No lo conocemos. Muchas veces tampoco queremos. Preferimos la cara exterior, aquello por lo que llama la atención y obviamos lo que realmente tiene importancia. Como decía un amigo mío, nos quedamos con la belleza exterior y no reparamos en la interior.
Lo que ha pasado con Yanesca pasa en otras muchas parcelas de nuestra vida. Quién se ha atrevido a acercase a ella, a hablar con ella, a conocer un poco más a esa persona, ha sido capaz de comprobar in situ como detrás de esa imagen se encuentra un gran ser humano. Pero la torpeza de los hombres es mayúscula cuando vemos una piernas, un escote y un cuerpo joven, melódico, y atractivo. Y así nos va. De esos lodos vienen otros barros.
Pero si hubo algo que me pareció triste y lamentable es el proceder de la gente. Siempre dije, y después de lo que ví estos días, me reafirmo. Aquello que es gratis ni se valora ni se considera.
La FIDMA es un ejemplo. Patético. Ruin. Vulgar. Pobre. Tercermundista. Éstos son sólo unos pocos calificativos para definir el comportamiento del público. Si me esmerase un poquito, encontraría cientos. Seguro.
Aquí sí daré nombres. De lo contrario, huelga seguir.
La Central Lechera Asturiana tenía un exquisito stand en uno de los pabellones. Tuvo la gentileza de repartir diariamente un yogur a toda la persona que visitase el lugar. Puedo asegurar que hubo determinados momentos en que en fila habría esperando alrededor de dos centenares de personas que aguardaban ‘paciente y educadamente’ a que le llegara el turno de tan exquisito regalo.
Creánme hay que ser patético del todo para aguardar dos horas y media (como aguardaron algunas personas) hasta que llegase su turno. ¿Es que no les llega el dinero a fin de mes para comprar un pack de 8 yogures? Apenas valen casi tres euros. De vergüenza.
En una ocasión el profesor García-Andrade me hablaba del peligro social del grupo como elemento violento. Cierto es. El grupo embrutece y envilece al individuo. La carga violenta que se genera en su interior no tiene medida. Escapa al control lógico. Las medidas coercitivas, a veces, sirven de poco.
Por ello resultaba tétrico, además de vergonzoso, observar cómo el personal discutía y se encaraban unos a otros por un triste yogur. La gente es feliz. No conoce los problemas económicos, ni los sociales, ni los personales. Discute por un yogur. Son tan felices como estúpidos.
La manada siempre es peligrosa. Cuando hay una gratuidad más todavía.
De vergüenza.
La fila del yogur me pareció la imagen más elocuente de lo que algunos llaman la ‘España profunda’. Nunca por el hecho de las desigualdades sociales. Ni mucho menos. Pero sí por el grado absoluto de estupidez y mezquindad del individuo.
Todo lo que Yanesca tiene de simpática y jovial, lo tenía el ganado de mameluco y zafío y de imbécil.
Estos dos ejemplos son una de las muchas imágenes que estos días se grabaron en mi retina. La FIDMA da para mucho. Lo aseguro. Pero la imagen de la manada es sólo una muestra paupérrima de la forma de actuar del ser humano. Todo lo contrario a la imagen que ofrece Yanesca. Lo aseguro.