Yo escribo, tú escribes, él escribe…

Empezaba a pensar que ni yo misma sería capaz de encontrar otra vez aquella inspiración que solía venir a veces. Echar de menos hace que nos pongamos melancólicos y digamos cosas más bonitas en menos tiempo. Uno cuando está feliz no tiene tiempo de expresarlo, simplemente lo disfruta. El tiempo cambia, el reloj se acelera haciendo que dé vueltas más rápido. Los días pasan volando, como cuando estás ocupado, pero disfrutando no hace falta quejarse. No hay motivos para hacerlo. Es otra rutina diferente, agradable, satisfactoria cuando hemos pasado nuestra etapa de agobios y de rutina obligatoria. Ya puedo volver a escribir otra vez, como siempre, en cualquier lugar, a cualquier hora, en cualquier momento. No prometo nada, a veces no digo lo que pienso, simplemente expreso. Lo que llevo dentro, lo que otros llevan dentro. Y eso es lo bonito de escribir, es crear, es imaginar… es comprender que el resultado que obtienen varias líneas de palabras, colocadas de forma poética o de forma abrumadora, son obra de todas las personas que nos influyen, que nos llenan, que nos dan día a día una visión diferente del mundo. Escribir es ser quien tú quieras cuando tú quieras. Escribir es provocar sensaciones en el receptor. Es hacer llorar al más fuerte y motivar al más débil. Es una forma de llorar o de reír a través de las palabras. Es decirle te quiero a la persona que amas sin tener que pronunciar esas ocho letras. Escribir es poder emocionarse a uno mismo.