Revista Diario

Yo leo

Publicado el 15 febrero 2013 por Dukespeaks

53% de la población nunca ha asistido a una librería en su vida.
CANIEM (10.02.2011)

El carácter contrastante de Albertine, entre la docilidad y la impaciencia, hacían sospechar en Marcel que su "prima" hubiera concebido el proyecto de sacudirse sus cadenas (lo cual, por otra parte, será materia de Albertine desaparecida).

La naturaleza no parece precisamente capaz de dar sólo enfermedades bastante cortas, pero la medicina se ha anexionado el arte de prolongarlas".
Marcel Proust, La Prisionera, p. 191.

En efecto, este relato largo y minucioso que es En busca del tiempo perdido, avanza a placer del autor: Puede dar vuelcos de ánimo y de acción hasta aún en el estrecho espacio de una línea. Así como en la vida real sentimos que el tiempo avanza en cierta dirección, en la novela vemos cómo van cayendo los personajes, una generación entera va muriendo al tiempo que crece el autor y Gilberte, y se atestiguan las novedades que ofrece la tecnología (el automóvil, la electricidad, el aeroplano, el teléfono). El Caso Dreyfus, que dividió a Francia, apenas es un recuerdo en la gente mayor. Una bella época (¿en que las clases bajas miraban a los señoritos como a través de una pecera?) va muriendo.
Bergotte ya era tan viejo al morir que apenas y salía de su casa. Cuando salía de su habitación solía cubrirse con mantones, pues le abandonaba el calor del cuerpo. Los médicos vieron en su agotamiento la causa de sus trastornos nocturnos, pues la pesadillas le habían quitado el gusto de dormir. En fin, el gran intelectual muere mientras hacía la visita de la exposición holandesa que trajo a París el célebre cuadro de Vermeer llamado Vista de Delf. Proust hace la apología del mundo intelectual, tan diferente del mundo terrenal y sus leyes. Afirma que la vocación es un empuje a pertenecer a un mundo de leyes invisibles.
Albertine, que era bastante mentirosa, le dice que ella ha sido la última persona con quien ha conversado el maestro. Su afirmación no es descabellada, pues el viejo adoraba a las mujeres jóvenes pero, lamentablemente, el gran escritor había fallecido la víspera en que la cautiva dijo habérselo encontrado.


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