Una vuelta en ese tiovivo, y en concreto, quiero montarme en el caballito que tiene la cabellera de oro, ese que te lleva al país mágico donde los niños no crecen y se quedan allí jugando eternamente. No importa si vino Papa Noel, o Santa Claus, o el Olentzero la magia de los deseos no tiene nombre.
Tomada en Burgos