Me encanta mi trabajo, y es una suerte, y además es la pura verdad. Me lo paso bomba. Ya sea frente a mis estudiantes, en los proyectos varios ministeriales o traduciendo y montando nuestra revista, o escribiendo algún artículo de uvas a peras ya.
Pero los incompetentes rencorosos, me pueden. Sí, os hablo de esos que te doblan el trabajo (porque ha de repetirse por culpa suya) y ni siquiera son capaces de asumir que lo han hecho mal. O bien todos aquellos que intentan medirse con una/o no sé yo el porqué, tal vez por su falta de autoestima o su egocéntrico narcisismo. Y también los que van de supervisores del trabajo bien hecho, y se lo atribuyen sin haber dado palo al algua. Me ponen de los nervios estos tres grupos, no lo puedo evitar. Y eso que yo soy una niña buena...
Fernández uno de mis colegas (del que ya os hablé en múltiples entradas)) es uno de ellos y hoy en día además cuenta con una del grupo tres a la que apodé/ amos La Marquesa..Hoy, tras salir de una reunión en la que le/s han remonté les bretelles a este par (dado un buen repaso, y cantado las cuarenta) me pidió que por favor comiera con él, que me invitaba, que necesita explicarme y comentarme un par de cosas. Y sí, nos reúnen hasta un domingo si hace falta...Respiré hondo, conté hasta 1000 (lo de hasta 10 a mí no me funciona) y como estoy en una fase positiva, y zen -gracias a mis amigos coreano y japonés-, le dije, va, venga, vale.Así que me llevó a un lugarcito simpaticón, que sabe que me gusta.Yo, de verdad, juro y prometo por el Diosito que está en los cielos que respiré hondo, lo escuché con mucha paciencia, y no dije ni mú a lo largo de la comida, limitándome a ser su paño de lágrimas.Pero cuando me trajeron el filete con las papitas fritas y al ladito venía un sobrecito con pimienta y otro con sal, me los puse de lado.Cuando llegó la hora del postre y mi dolor de cabeza ya era tal que ya no sabía ni dónde poner ni fijar la mirada para no darle un cachetazo o una colleja de las de no te menees, por prepotente, narcisista e incompetente (esto último es lo fundamental) le pedí al camarero dos cafés y le dije que teníamos que ir al aseo antes de regresar, porque aún nos quedaban unas horitas antes de terminar con todo.Le pregunté ¿vas tú primero o voy yo? A lo que me dijo, ve tú, luego iré yo. Iba de caballero ese día... aynsssY me vino de lo más bien. Al salir, y volver a sentarme a la mesa, ya llegaba el camarero acercándose a la mesa con nuestros cafés.Fernández se levantó y me dijo que volvía enseguida con una sonrisa de oreja a oreja.Nada más irse, le puse la pimienta y la sal en el café, y lo removí bien, bien, con mi cucharita.

Y por eso os dejo dos vídeos, el primero para los que fuisteis como yo, a colegios de esos de pijos y pijas y ya os curasteis de espanto.
y otro un poquito más moderno...
Este post va tras leer el artículo publicado en el País hoy por Rosa Montero (que tampoco es que sea santa de mi devoción...) pero a veces, da en el clavo.
en un clic, el artículo de marras ;)Para ya....