En este blog he hablado previamente del creciente clima de linchamiento de que es objeto el gremio médico en México. Siguiendo la tendencia que nos viene del norte es cada vez mas común que a las complicaciones médicas y/o quirúrgicas (muchas veces inherentes a la evolución natural del propio padecimiento) se les encajone como "negligencias médicas" sin serlo. Es frecuente que entre el duelo, la ignorancia y la codicia los familiares del enfermo en cuestión resulten campo fértil y una verdadera mina de oro para verdaderos vividores que en cada muerte ven actos "negligentes" y los envuelven en argucias legaloides que lamentablemente obtienen muchas veces un trato condescendiente de la autoridad judicial.
De ahi al amarillismo en los medios de comunicación, la distancia es muy poca.
Así las cosas, el criterio médico casi nunca tiene cabida en defensa de los médicos involucrados. El arbitraje médico pocas veces satisface a unos familiares sedientos no de justicia, sino de algo muy parecido a la venganza.
Prevalece la idea que el médico "tiene mucho dinero" y que por ello bien se le puede demandar por una cantidad millonaria sin hacerle mella en su integridad y en su familia; en su honor y su patrimonio. La autoridad rara vez examina si los daños (si es que realmente se comprueba fueron hechos de forma intencionada) corresponden con sanciones tan severas, y si no, ya se llevó entre las patas al gremio, o a una institución entera después de un proceso tedioso, caro y desgastante.
La "justicia" en nuestro país no se caracteriza precisamente por ser pronta y expedita. Sino por cursar por caminos y entuertos muy oscuros con intereses en juego y pruebas endebles. No es complicado obtener culpables.
En estos días ha surgido en redes sociales un movimiento parecido a #YoSoy132 (véase en este mismo blog "mis desacuerdos") hace un par de años, con el cariz peculiar que en esta ocasión #YoSoy17 o #YoSoyelmédico17 surge a raíz de 16 ordenes de aprehensión contra igual número de médicos, compañeros trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el estado de Jalisco. No voy a abundar aquí en los pormenores del caso, pero baste resumir que se les acusa de haber sido negligentes en la atención a un menor fallecido por complicaciones (entre otras) derivadas de diabetes, asma, obesidad y tuberculosis intestinal. Según se, el paciente llegó en condiciones críticas al hospital y después de salvar su vida, falleció varios días y varias intervenciones medico-quirúrgicas después.
Hasta donde yo recuerdo ni la diabetes, el asma, la obesidad y la tuberculosis son padecimientos agudos de inicio súbito. ¿Entonces? Hablamos de un menor en obvias condiciones de no poderse valerse por si mismo, bajo el cuidado de sus padres. El mismo padre que ahora reclama entre otras cosas una indemnización millonaria y la suspensión profesional de los médicos involucrados. Desde los tratantes en la unidad de cuidados intensivos hasta los directivos del hospital. Como si las penas carcelarias fueran capaces de devolver la vida a alguien. Como si uno fuera dueño de la vida y de la muerte y la medicina no fuera ciencia, sino milagros a granel...
Lo dije en este blog hace tiempo: Cualquier piedra es buena cuando se trata de atinar en un culpable, o en 16 como en este caso. La diferencia quizá estribe en que en esta ocasión el caso ha trascendido gracias al reguero de pólvora en que corre la información en internet y las redes sociales. Se ha vuelto viral en un par de días y a todo lo ancho de la geografía mexicana se han levantado voces razonablemente indignadas de médicos, estudiantes de medicina, enfermer@s y otr@s trabajadores de la salud, particularmente de la sanidad pública que no están (estamos) dispuestos a cargar con culpas en mucho, ajenas.
Me parece formidable que quienes se atienden en el sistema público de salud exijan tan sentidamente mejoras en la calidad de la atención. Todos estamos de acuerdo en ello y nos encantaría que fuera posible. Y en esto el problema tiene infinidad de aristas. Ojalá todo fuera tan fácil como abrir clínicas y hospitales a diestra y siniestra. Desde el principio, nos estamos volviendo un país que forma médicos a granel, mal preparados en universidades públicas y muy beneméritas, pero pobres. Con un presupuesto pingüe, una matrícula saturada, con mala orientación vocacional. Y en el caso de las universidades privadas, con severas falencias en la preparación académica.
Los que no, como la parasitaria clase política, pueden seguir atendiendose en la medicina privada con sus abultadas pólizas de seguro médico que pagamos entre todos. Es un mito que en ella los médicos sean mejores. Atención excelente y pésima hay en todos lados. Allá y acá.
Resulta trágico que en medio de todo esto, sean las propias instituciones oficiales de salud las que producen especialistas de dudosa calidad al margen de su propia normatividad oficial y por la que el grueso de especialistas sí fuimos obligados a pasar. Ahora basta que algún trabajador con cierta antigüedad o ayuda sindical haga un curso de "anestesia rural" o "medicina quirúrgica" para que en los hospitales rurales sea responsable de atender a quienes viven en el piso mas bajo de la sociedad: indígenas que hasta en eso son menoscabados al enviarles especialistas de segunda.
Total, si de por sí la pobreza no acaba con ellos, que sea la enfermedad la que los suprima de las alegres estadísticas oficiales.
Por otro lado parece evidente que la infraestructura de la salud pública es insuficiente. Falta de personal, de recursos humanos y materiales. Corruptelas en todos los niveles -desde el empresario que evita el pago de la seguridad social de sus trabajadores- hasta el médico que sí, se roba una jeringa o unas gasas para su consultorio privado (Sí roba pero poquito como dijo hace unos días un ex alcalde en Nayarit)
Sumemos a lo anterior mmm... el grado de satisfacción de un profesional de la medicina (ojo, dije profesional, no "profesionista") en la sanidad pública. Hay que lidiar con hospitales saturados, carencia de suplementos (si estuviéramos en Venezuela sería noticia mundial por supuesto) y con sobrecarga de trabajo que muchas veces no es posible desahogar en un turno laboral. De ahí que casi siempre es necesario trabajar en mas de una institución para medio ir sobreviviendo el mes ¿Acaba uno cansado y eso repercute en la calidad de la atención? ¡Obviamente que sí! Por mas vocación que uno tenga somos seres normales con carencias, gastos y necesidades comunes. Si no fuera así no habría que agregar el gasto en uno que otro curso o congreso (los de anestesia en México no son nada, pero nada baratos) mas el permiso o los permisos en el trabajo que significa ausentarse para acudir a dicho curso. Y si no hay quien lo supla a uno (que no hay) la cosa se complica obviamente mas...
Desde luego, también hay mucho de mala leche en descalificar de un plumazo a una institución completa como en este caso al IMSS, que a lo largo de sus 70 años de historia ha sido un fuerte puntal de la seguridad social en México.
No es ningún secreto que el IMSS ha sido pionero en la medicina mexicana. Fue ahí donde se realizaron entre otras, los primeros trasplantes en nuestro país. Ahí se han formado decenas de generaciones de especialistas altamente preparados no sólo mexicanos sino extranjeros que en muchos casos además de recibir su formación, también han recibido la oportunidad -cada vez mas escasa en este país- de la seguridad laboral.
No es poca cosa haber sobrevivido a tantos años de embates de todo tipo -desde desastres naturales y afanes privatizadores- gracias, en mucho, al probado compromiso social de sus trabajadores.
No olvidemos que vivimos en un país donde es perfectamente posible que cualquier hijo de vecino oferte la cura del cáncer (o de cualquier cosa, total...) con magnetos o bicarbonato y se haga rico impunemente mientras que un especialista fruto de una década de severa formación académica y hospitalaria vaya a la cárcel sin que se le pruebe culpa alguna. Eso no es justicia ni aquí ni en China.
Ojalá la misma enjundia con que se le exigen resultados al técnico del equipo mexicano de futbol sirviera para censurar los gastos obscenos del gobierno. ¿Ejemplos? El avioncito presidencial de Enrique Peña Nieto que supera los 7500 millones de pesos (mas de 440 millones de euros según mis cálculos mas recatados)
¿No serviría tanto dinero para pagarnos la inscripción a algún curso? ¿O para mejorarnos un poquito el sueldo? ¿Para que trabajásemos en un hospital en el que en este día, no cabe un paciente mas?
Ojalá también llegue el día en que asi como se busca por todos los medios dar a conocer lo que se hace mal en las instituciones de salud, también se haga hasta lo imposible por dar a conocer lo bueno, por agradecer.
Ojalá nuestra gente, nuestros pacientes y derechohabientes fueran igual de exigentes con su diputado, senador o parásito político cualquiera que como lo son con un médico que ha dejado buena parte de su vida en ese hospital sin mayor satisfacción que la de haber hecho el bien...
Como médico con frecuencia siento verdadera desolación de aprender de la parte oscura de la naturaleza humana. No hay en la naturaleza ser tan cuidadosamente evolucionado como el hombre y a la vez, tan salvajemente cruel con su semejante y con el resto de la creación. El universo y la estupidez -cuentan que decía Einstein- son infinitos..."y del universo, no estoy tan seguro".
La ingratitud también es infinita, y tristemente al igual que la estupidez, son conductas exclusivas del género humano.
Todos los días sin embargo, confío en hacer lo mejor a mi alcance por mis pacientes.
Ojalá #YoSoy17 logre el objetivo de evitar que se criminalice la conducta terapeútica de los médicos que atendieron al menor fallecido. Ojalá el dolor no se vuelva en la familia (como decía Tagore) en un cuchillo sediento de sangre...
Somos médicos
No somos dioses
No somos asesinos
#YoSoy17