Lo malo es no saber a qué carta quedarse, en economía, con el presidente del Gobierno. Entre aquel «voy a tomar las decisiones que España necesite», dicho la mañana del debate sobre el estado de la Nación, al «me han obligado los mercados contra mi deseo» de la tarde frente a la izquierda, hay un abismo. El abismo de la incertidumbre que genera desconfianza entre los prestamistas porque las cosas, o se hacen por convicción, o por imposición, pero difícilmente por ambas cosas a la vez.
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