Zen, nieve y Wikileaks

Ningún copo de nieve cae en el lugar equivocado, indica el dicho Zen. Contemplo cómo nieva mientras leo sobre la filtración de documentos secretos de Wikileaks; resulta que la diplomacia es un conventillo donde, a diferencia de los copos, nada está en su sitio.

Me he aficionado a la serie "In treatment" y se me ocurre que, si lo que ocurre entre este psicólogo y sus pacientes es un reflejo de la realidad (norteamericana, hay que aclarar), detrás de los fracasos que sus pacientes (y el propio terapeuta) experimentan en el trabajo, en el matrimonio, con sus familias, lo que falta es el amor a la vida, que queda reducida a una colección de problemas, como un guiso demasiado hecho donde se ha evaporado la salsa para mojar.

Es por la tarde. Los niños salen a borbotones del cole y se emocionan con los grandes copos que caen a su alrededor. Sin duda la nieve posee alma. Nosotros también, claro, aunque a veces no lo parezca. Quizá la diferencia entre esos copos y muchos de nosotros sea nuestra resistencia a caer en un sitio diferente del que nos toca.

En sus charlas, el orador indio Krishnamurti a menudo “pinchaba” a su audiencia preguntando por qué a medida que envejecemos perdemos la alegría y nos hacemos aburridos, sosos e insensibles a las maravillas de la naturaleza y de la vida. En su opinión, es el esfuerzo lo que nos destroza, el combate en el que transcurre cada momento de nuestras vidas; las disputas con nuestras parejas, en el trabajo, con los vecinos, la sociedad o nosotros mismos… en esta constante contienda disipamos nuestra energía.

Thoreau, otro sabio amante de la naturaleza, era todavía más crudo cuando decía que la mayoría de las personas siguen vidas de silenciosa desesperación.

Bote en la peninsula de Railay, Tailandia. Foto de Tilomilo

Frente a esa desesperanza, Krishnamurti plantea la imagen de un barco cargado de leña que surca el mar a todo trapo. Lo relevante no es el objeto de conflicto en sí, dice (esto es, si nuestro esfuerzo está empeñado en una causa más o menos noble), sino comprender que uno se encuentra en permanente e innecesario estado de lucha; ese “vamos tirando” con el que tantas veces se resume la cuestión, en lugar de fluir grácilmente. Como un copo de nieve.