Diario de yoga. Día 17

Imagen sacada de We Heart It, de @millicentdavies

Práctica de hoy: 30 minutos de power yoga con Sarah Beth.

Esta práctica está llena de chaturangas. Aprendí a hacerlo sin pegar barrigazos en el suelo al bajar, pero volver a subir a la plancha alta desde abajo sin arquear la espalda con la fuerza de los brazos es otro cantar...

Me pregunto si no me estaré llevando un poco más allá de mis posibilidades, y que por querer ir muy deprisa no me vea obligada a ir más despacio.
La cuestión es que tengo el cuerpo bastante dolorido. Me duele muchísimo la ingle izquierda de intentar lanzarme contra la pared haciendo el pino con las manos (sin conseguirlo). Debo hacer el movimiento mal a causa del miedo y no coger el suficiente impulso. Tampoco aplico la fuerza donde debo.

Y cuando el cuerpo habla deberíamos escucharlo. Creo que el mío me está diciendo que pare un poco, que no estoy preparada para ciertas posturas y que me lo tome con más calma. Y es que apenas aprendo a sostenerme en alguna asana ya quiero pasar a otra. De hecho hoy, de tan empeñada que estaba en sostenerme un poco en equilibrio sobre las manos, ni he practicado el pino de cabeza, el cual todavía no domino y me ha costado tres meses llegar a sostenerme unos segundos. Debería centrarme un poco en mejorar las posturas que empiezan a salirme y disfrutarlas un poco antes de pasar a otras.
Tengo que aprender a ser menos ansiosa. Esta es otra enseñanza del yoga. El cuerpo y la mente tienen sus tiempos, y no sirve de nada (más que para frustrarse y lesionarse) el querer acelerarlos.
Como consecuencia de no respetar mis tiempos ahora tengo una ingle dolorida y el ánimo a punto de rendirse con ese dichoso pino de manos contra la pared que tan fácil parece para todo el mundo menos para mí, que me resulta algo de ciencia ficción... Todavía. Porque sé que al final, de un modo u otro tendré que quitarme esta espina clavada de la niñez.