Revista Diario

Dolores de barriga

Publicado el 28 septiembre 2010 por 4nthony192
Dolores de barrigaMi abuelita, la mama Elsa, me contó que mis dolores de barriga son hereditarios. ¿De veras, mama Elsa? Sí, mi hijito, tu papá también se retorcía como tú. Me contó que una vez casito se muere, se le había hinchado la barriga como un globo al pobre. (No me queda dudas, sin embargo, que la mama Elsa, también por herencia, exagera un poco en sus narraciones). Iba a explotar, mi hijo, tu mamá y yo nos asustamos cuando se destapó y lo vimos inflado; íbamos a llevarlo al hospital, pero le dimos agüita de paico y se mandó un chanchazo que se desinfló hasta la mitad.
Cómo era de suponerse, más tarde la abuelita se apareció con un vaso que contenía un líquido amarillo. Me asusté, debo confesar. Temí que me intentara dar a beber pichi –el año pasado me perseguía con esa receta cuando mi estómago me torturaba. Me corrí de ella hasta que, un buen día, viajó a Jauja y me salvé–, pero se me adelantó: “Es paico, mi hijo”.
El paico huele feo, pero me ayudó. Los malestares que me habían acompañado a lo largo de dos semanas, aumentando día a día su intensidad, me abandonaron por algunas horas de paico y pastillas digestivas. La abuela era un ángel, subía de cuando en cuando a hacerme una corta visita. En cada visita me traía un relato de regalo, una anécdota para ser más precisos.
No resistí besarla en sus mejillas y frente. Menos pude aguantar abrazarla por lo buena persona que era y que no he sabido valorar. Mama Elsa se quedaba impávida, no me devolvía ningún cariño, pero se notaba que disfrutaba de los míos.
Cuando el agua de paico, bendito elixir, y el efecto de las pastillas pasaron, los dolores volvieron a mí como si la tregua de una cruenta guerra habría llegado a su fin; en efecto, había llegado a su fin. Me retorcí sobre mi cama y comencé a sudar de miedo. Intenté abrigarme lo mejor que pude para contrarrestar el dolor, pero todo esfuerzo fue en vano. Pensé en mi abuela, mi ángel de amor, pero ella había salido de casa y quizá no volvería hasta la noche.
Intenté ignorar los retorcijones internos y hacer como si no pasara nada; pero cedí instantáneamente. Odie mi cuerpo por unos segundos, lo creía inútil.
Me arrastré hacia el escritorio creyendo que no lograría alcanzar la laptop. Lo alcancé. Me volví a cuestas hacia la cama. (A pesar que la sabía cerca, en esos momentos, me parecía una meta inalcanzable). Mis ojos reflejaban mi enfermedad, mi cuerpo descompuesto daba testimonio de mis fuerzas extintas. Gateaba como un soldado caído y esclavizado. Al fin llegué a la cama, subí –porque estaba reptando en el suelo–, pensaba en la abuela como nunca. Abrí la laptop. La encendí. E ignorando el dolor lo mejor que pude, comencé a escribir: Mi abuelita, la mama Elsa, me contó que mis dolores de barriga son hereditarios…

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


4nthony192 1 voto ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta