Revista Literatura

El mármol que temía ser una estatua

Publicado el 23 julio 2011 por Migueldeluis

—Don Ganiro, ¿por qué está la gente tan rara conmigo? —Don Ganiro y Eleison recién habían acabado la oración nocturna.

—¿Rara?

—Sí, rara, en la fiesta, me quiero decir. Es que… es que me parece que yo se les hacía un santo.

Don Ganiro suspiró — Ah, eso no es raro, eso es lo que quieren.

—¿Qué yo sea santo?

—Que tú o cualquiera, Eleison. Eso les da lo mismo. Necesitan santos como el respirar, aunque no lo quieran reconocer. Verás todo el mundo desea ser santo, ¿conoces el cuento del mármol?

—No

—Bueno, es largo, pero va más o menos así. Hay una piedra, un bloque gigante de mármol y un escultor. Y a la roca le gustaría convertirse en la mejora obra maestra del escultor pero, a la vez, tiene miedo de dejar de ser un bloque de mármol. ¿Y sabes lo que pasa al final?

—No

—Pues que el escultor hace su obra maestra y el bloque de mármol sigue siendo de mármol. Así también es la santidad.

Más allá

El texto anterior es un fragmento del borrador de una novela que estoy escribiendo revisando. Va de un chico que quiere hacerse Paladín1 en un mundo de baja fantasía[^2] muy parecido al nuestro. Y aunque en este caso me ocupo de la santidad, en realidad puede aplicarse a cualquier cosa que merezca la pena en la vida.

Se me dirá que hay diversidad de vocaciones. Que el deportista puede no querer ser cocinero y al cocinero le puede gustar la música sin por ello querer ser cantante. Muy bien, nada que objetar. A lo que me refiero es que

nadie tiene la vocación de ser mediocre

La mediocridad es el refugio del miedo. Sucede por ejemplo que, de niños, comparamos nuestros esfuerzos con otros niños y resulta que hay algunos que son mejores que nosotros. Puede que toda la clase. Y ante la frustración de no poder entrar en el equipo de fútbol, nos conformamos con no ser muy malos. Para esto no hace falta esforzarse tanto.

No sé por que, ni como, pero con el tiempo ese tipo de actitud — que en materias concretas puede ser sana, se acaba conviertiendo en el eje central de la vida, de personas que caminan como medio derrotadas por el mundo. Comparar eso con la inmensa alegría infantil de querer siempre mejorar, aprender y crecer da, por usar la expresión andaluza, mucha lástima.

¿Tienes que ser el mejor?

Falso. La alternativa no es o ser el mejor o ser un mediocre. Tal disyuntiva absurda tiene el olor a azufre de la segunda puerta a la izquierda del quinto nivel del infierno, ni siquiera de llegar a tu meta maravillosa de superación personal, a tu peso perfecto ni zarandajas de ese estilo.

Sólo una cosa:

Mantener esas ganas alegres y gozosas por mejorar, aprender y crecer. Todo lo demás, vendrá por añadidura.

[^2] Alta fantasía: De camino al colegio pasas por la tienda de magia donde por 1,50 € te compras una poción mágica. Baja fantasía: En algún lugar, al oeste hay una flor que, si la encuentras te llevará al amor verdadero.


  1. Algo así como una mezcla entre monje, médico y caballero andante ↩


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