Revista Talentos

El paraguas rojo

Publicado el 28 octubre 2016 por Aidadelpozo

"Siempre escribes sobre desamor", me dicen y no necesito analizar estas palabras para dar la razón a quien me haga esa observación. Sin embargo, sé que es cierto que todo el mundo prefiere las historias de amor y los finales felices.
Nadie se preocupó de contar el final de los cuentos y películas en los que la palabra FIN aparece cuando los enamorados se reencuentran, se besan y sonríen; o cuando el niňo perdido se reúne con sus padres; o cuando el protagonista abre los ojos y descubrimos que no estaba muerto. Tras el the end, la vida sigue.
Y los enamorados suelen acabar peleando, tirándose la vajilla entera a la cabeza y cada uno por su lado; el niňo descubrirá que sus padres hacen vidas separadas desde que él vino al mundo y que uno de ellos tiene la maleta en la puerta y el taxi aguardando; y que el protagonista muere a consecuencia de un triste catarro mal curado que deriva en neumonía... Pero hoy, precisamente hoy, quiero soňar. Y voy a hacerlo con un paraguas rojo.
La chica de mi historia es guapísima y va impecablemente vestida con un abrigo a juego con el paraguas y acaba de abrirlo bajo una torrencial lluvia. Para más inri, esta viene acompañada con un viento racheado de componente norte, que la impide sujetarlo bien, por lo que su rubia melena queda en parte fuera del abrigo del precioso paraguas. Y en esta tesitura, suelta su protección, cuando el viento golpea aún más fuerte, y el paraguas sale volando por el encapotado cielo de su Madrid. Curiosamente, ninguna persona , como pasa en las pelis (y en la vida misma) sale en su ayuda. La chica, perdida, algo boba y con cara de "¿y ahora qué?", no acierta a saber qué hacer y ve cómo, en segundos, su cabellera y toda ella, quedan a merced de los elementos y se le empapa hasta el pensamiento.
En esto, un joven la coge de la mano, la atrae hacia él y, sin mediar palabra, la lleva a un portal, que es, por una mera casualidad, el de su casa.
La mira, le quita el cabello de la cara. Sonríe él. Sonríe ella. El chico es guapísimo, qué suerte... Y entonces él habla y dice: "estás empapada y yo vivo en el primero. Cogerás una pulmonía si no te secas." La lleva a su casa, le ofrece una toalla, pero acaba secándola él mismo. Pura sensualidad. Terminan haciendo el amor en el suelo del salón. Tiene dormitorio el chico y una king size pero... Llegan al orgasmo juntos. Vuelven a empezar. Vuelven a llegar al orgasmo juntos. Descubren que están hechos el uno para el otro. El chico no tenía prisa por llegar al trabajo. ¿Trabaja? No nos lo dicen en esta historia. ¡Qué más da! ¡Han llegado dos veces al orgasmo juntos! La chica iba a alguna parte... ¿A dónde? ¿A comer con las amigas? ¿Al cumpleaños de su madre? ¿A ver una película romántica con su novio de toda la vida? ¡Qué más da! ¡Han llegado al orgasmo juntos! ¡Dos veces!
Y mientras, un paraguas rojo vuela errante por el cielo de Madrid, esperando caer de nuevo al suelo y ser recogido por otra chica que no sabemos dónde irá. Lo que si sabemos es que tendrá muchas probabilidades de alcanzar junto a un caballeroso y atractivo desconocido el orgasmo... ¡dos veces! Y ahora, de nuevo, FIN.

EL PARAGUAS ROJO

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