Revista Talentos

Escribir

Publicado el 07 junio 2017 por Aidadelpozo

A quienes me lo preguntan, a quienes albergan dudas entre nacer o hacerse; a quienes no me creen, a quienes sí; a los me conocen y a los que no... a todos, sin excepción, les aseguro que se nace ESCRITOR. El tiempo nos pule las aristas, nos hace madurar y nos envejece con calidad, como sucede con el buen caldo. Pero... SE NACE CON EL POTENCIAL Y CON ESE TOQUE DE VARITA MÁGICA DE LAS MUSAS Y LA INSPIRACIÓN.

Esta afirmación, "NACER ESCRITOR", parece que encierra cierto grado de prepotencia. "Mira esta, asegura con rotundidad que es escritora. Solo ha publicado dos novelas, tiene un blog y escribe en redes sociales. Y se dice escritora, qué egocéntrica".

No me digo escritora, LO SOY.

A cualquiera que me argumente con cantidades de obras publicadas, con prestigio, con fama, que no lo soy, pues carezco de irrefutables cifras de peso en ventas, le contestaré que para serlo no es imprescindible que millones de lectores te avalen, ni que salgas en la televisión, ni que ocupes un asiento en la RAE. En este caso, solo unos cuantos podrían llamarse escritores y los dones, además, no se miden en números.

Nadie pone en duda que un pintor no conocido no pueda tener talento o que un escultor que no ha alcanzado fama mundial, no sea un artista y, sin embargo, en nuestro propio entorno y fuera de nuestro círculo familiar y de amistad, muchos no entienden que quien escribe es escritor si hace sentir al lector, si consigue que viva otras vidas, viaje sin moverse del sofá, se convierta en el malo de la novela, en el bueno, en la chica guapa, en el seductor atractivo, en el asesino en serie, en el policía... Me parece injusto, aunque no me importa demasiado que algunos basen en números el que un fabricante de historias pueda ser llamado o no escritor -tengo la enorme fortuna de contar con muchos lectores que me consideran escritora, pese a carecer de la popularidad de los "grandes"- y, aun así, he querido escribir esta entrada, no para defenderme, sino para contar qué se experimenta cuando uno se sabe escritor.

Mi día a día es rutinario. Me levanto a las cinco y media de la mañana, me voy a trabajar, regreso a eso de las cinco con suerte, siete con menos suerte, me paso tres horas diarias viajando en transporte público, llego a mi domicilio, cocino, recojo la casa, voy a comprar y, con suerte también, saco tiempo para escribir y publicar en mis redes. Y digo, con suerte, porque si no la tengo, robo horas a mi descanso y pido que el viernes me pueda ir prontito a casa para estirar un poco las piernas y que el fin de semana me cunda para descansar y crear.

Para argumentar mi postura sobre NACER ESCRITOR, diré a quienes solo ven cifras, que con un lector que escriba en mi blog, con uno solo que comente en mis redes sociales, con un solo lector que lo haga en Amazon tras leer una de mis dos novelas y me dé la enhorabuena por mis relatos y obras; me siento tan escritora como quien haya ganado un gran premio literario o el que es conocido por millones de lectores.

Y me baso en que ESCRIBIR y HACER SENTIR al lector, van de la mano y en un maravilloso tándem. Veo un graffiti en la calle y si me llena, veo a un artista; leo un poema en un blog y si me hace vibrar, veo a un poeta; observo una figura de arena en la playa y si me estremezco, mis ojos ven un escultor. Y no hay cifras, no hay dinero, no hay prestigio ni entrevistas en radio y televisión; esas personas no son conocidas, pero son artistas. Nadie podrá rebatirme eso.

A lo largo de mi vida me he expresado con la palabra escrita mejor que con la hablada. Siempre fui muy tímida y hasta hace bien poco, me costaba mucho hablar en público. La edad me ha ido ayudando a que, poco a poco, me sea menos difícil. Entre amigos, incluso, me ponía colorada y aún lo hago. Quienes me conocen bien, saben que es fácil sacarme los colores. Y desde joven deseé plasmar con palabras escritas lo que, por mi timidez, tanto me costaba expresar hablando.

Tengo poemas, relatos, cuentos infantiles, historias de ciencia ficción, reflexiones, que datan de cuando tenía catorce años y que, quizás con el tiempo, colgaré en mi blog. Mis dedos vuelan más rápido que mi voz, aunque con la experiencia adquirida en los tres últimos, he aprendido a expresarme con la palabra hablada, gracias a entrevistas de radio y alguna presentación o acto.

Tengo el don de escribir, algunos lo llaman talento, otros estrella, otros vete a saber cómo lo llamarán, pero creo que sí, que es un don como tocar de oído o bailar. NO TENGO OÍDO MUSICAL. NI TOCARÉ CON ARTE LA GUITARRA NI BAILARÉ CLAQUÉ JAMAS. Si todo el mundo habla de don para bailar o para componer o tocar el piano, no entiendo por qué muy pocos reconocen que se lleva dentro la capacidad de hacer sentir con la palabra. Se nace bailarín. Por mucho que uno aprenda los pasos de un tango, de un merengue o de una sevillana; nunca podrá sentirla ni hacer sentir al que le ve bailar, si no lo lleva el ritmo dentro.

Quizás un día, si encuentro a alguien que se anime a aprender, llegaré a bailar sin pisar a nadie, sin confundirme de pie o sin parecer un pato mareado, incluso lo haré dignamente, pero nunca seré bailarina, nunca haré vibrar con mis pasos, nunca haré que quien baile conmigo, viva un tango. Sin embargo, que soy escritora porque nací siéndolo, también lo sé.

Estoy preparada para recibir las críticas que me puedan llover tras la publicación de estas reflexiones e invito a que me lean aquellos que no lo han hecho aún y que juzguen por ellos mismos. Mis argumentos no son SOY UNA EXCELENTE ESCRITORA Y YA NADA TENGO QUE APRENDER, no he escrito nada parecido a esto, no interpreten, queridos lectores, lo que no escribí.

Claro que me queda un largo camino, por supuesto que me esfuerzo día a día por mejorar, por ofrecer a mis lectores mucho más, por hacer sentir cada día, por pulir mis defectos narrativos, mis fallos y mis carencias. Sé que los tengo, pues aunque que el amor por la escritura me viene de niña, nunca se nace con todo el camino andado. Mejoraré. Nada más lejos de mi forma de ser que creer que no puedo seguir aprendiendo.

Y AHORA, PARA CERRAR ESTAS REFLEXIONES, LA MAGIA DE LA MÚSICA, DE LA MANO DE UNA DE MIS CANTANTES FAVORITAS, PINK, A ACOMPAÑADA EN ESTA OCASIÓN POR NATE RUESS.


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