Revista Talentos

La despedida

Publicado el 12 agosto 2019 por Aidadelpozo

Fui a verlo para despedirme y lo encontré esperándome en la puerta de su casa con la maleta preparada. No tuve valor para hacerlo y acabó en la mía sin fecha fija de vuelta. Todos los días deseaba que se marchara y me arrepentí de no haber hecho lo que fui a hacer aquel día. Una maleta trolley me lo impidió.
Los días pasaron lentos, demasiado lentos. Los reproches también. Imaginé toda una vida así. Borré de mi cabeza esa perspectiva tan rápido como vino. El sillón era demasiado pequeño para los dos y la cama demasiado estrecha. El tiempo es un señor con muy mala baba pues pasa muy despacio cuando se desea que lo haga con rapidez. Todos los días parecían lunes.
Fue un viernes (nunca lo olvidaré) cuando me anunció que al día siguiente regresaba a su casa. Nos despedimos en silencio en la estación de cercanías. Arranqué el coche rápido con el deseo de llegar a casa para olvidarlo todo, pasar página y seguir.
Recibí sus disculpas en papel. Líneas rectas y letras en mayúscula. Esas cartas que parecen escritas por el que no sabe hacerlo sin falsilla y por quien escribe a voces porque a voces siente el mundo. Disculpas entre gritos, de esas que no son, que aún en el "lo siento" quieren llevar la razón como si no llevarla una vez o dos o tres, fuera un pecado o una derrota.
Recibí la carta como quien recibe flores secas y a cada línea me pregunté qué vi, que me dio y qué esperaba él al escribir esas letras, qué pensaba cuando echó la carta al correo, qué sintió aguardando a que llegase a mis manos.
Fueron tres las cartas que me escribió en un año. Las conservo para recordar qué cartas no quiero recibir nunca más.LA DESPEDIDA


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