Sobre cómo volvió a aquel banco…

-No podía vivir lejos de ti.
-Y tú, sigues aquí. Como siempre.
-Pero yo no, aunque esté presente.

-He cambiado.
-Me cuesta mucho soñar. Me duele hacerlo. Sin embargo, duermo mucho más de lo que mi cuerpo necesita. Y es que el sueño me repara físicamente pero me va maltratando los deseos y las añoranzas.
-¿Qué crees que me pasa?
-La saliva se me hace áspera y dura, y me bloquea la garganta aprisionando los sonidos en mi laringe. Creo que tengo algún mal por dentro, y va arañando mis huesos y torturando a mi corazón.

-Pero tú… tú sigues como siempre. Intacto. Tus ojos pétreos siguen apuntando hacia la misma dirección, aunque haya pasado una estación entera, y la lluvia del invierno se marche y aparezca el infernal ardor del sol.

-No sé por qué me marché dejando lo único que me importaba. Nunca me olvidé de ti. Pero lo siento, siento haberte abandonado durante tanto tiempo.

-He vuelto a ser una sombra, un susurro narrado por alguien.

(se levanta y derrama agua de la fuente sobre la frente de aquella estatua. Con el sol de cara, la luz se refleja sobre la película de agua e ilumina su tez pálida)

-Aquí tienes tu agua. Yo, me ahogué en mi océano.