Revista Literatura

Tengo un nuevo encargo para ti, querida.

Publicado el 13 abril 2012 por Beatrice
   —Adelante, señorita.
   La puerta de la cámara frigorífica se abrió, dejándole el espacio justo para acceder a la habitación escarchada donde varios pedazos de carne colgaban sujetados por unos ganchos que provocaban más escalofríos que la baja temperatura.
   —La esperan dentro.
   Traspasó otra puerta, muy similar a la anterior, y recorrió el pasillo con la misma familiaridad que si fuera el de su propia casa. Los tacones metálicos de sus botas de cuero resonaban en el vacío. La única puerta, al final del pasillo, estaba cerrada pero bastaron tres golpes con los nudillos, para que se abriese.
   La cruzó y cerró a su paso, deshaciendo el nudo del cinturón de su gabardina. Las llamas de la chimenea alcanzaban casi un metro de alto y odiaba el calor.
   —Hecho. —repitió, con la misma entonación siseante que usara hacía horas.
   —No esperaba menos de ti, querida. Siempre has sido la más eficiente. —sobre un sofá, recostado cómodamente, el jefe le habló. —Acércate, supongo que querrás el pago.
   Se acercó, con paso elegante sobre el pelo de la alfombra y tomó asiento frente al hombre que ya se había incorporado para levantarse. Segundos después arrancaba una hoja de la chequera y la cuñaba con el logotipo de una empresa que poco tenía que ver con sus verdaderos negocios.
   —Tengo un nuevo encargo para ti, querida. Siento no darte unas vacaciones, pero eres mi mejor arma.
   Ella asintió, esperando más información. Las preguntas sólo las formulaba cuando tenía algo que decir.
   —Te encargarás de cuidar a alguien.
   Arqueó una ceja, incrédula. ¿Cuidar a alguien? ¿Era aquella una nueva expresión en clave o realmente iba a tener a alguien a su cargo? El jefe pulsó algunas teclas en su teléfono móvil y acto seguido una puerta lateral bien camuflada se abrió, dando paso a dos gorilas que escoltaban a un tercer hombre, más pequeño y menos amenazante.
   —Vale mucho dinero así que le necesitamos vivo si queremos llegar a un acuerdo… aunque puedes jugar con él cuanto quieras.

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