Un horizonte asomado en el letargo de las aves,
un sabor perdurable en la boca
luego del amargo grito
clamando por la libertad de los sentidos,
y una nave a la deriva
en el infinito mar de la vida.
Yo no sabía como era la urgencia,
la impaciencia de mis pasos,
y descubrí un huracán, un remolino
inclinándome a sublimar palabra,
a veces…a veces no queda nada
de aquella golondrina,
y un razonamiento me intimida
y avanza inmutable,
conminando al suicidio simbólico
de aquella niña que lloró de amor
en una esquina.