Revista Diario

Un año de match

Publicado el 08 diciembre 2016 por Rizosa
Me lo tomé como un estudio sociológico a lo Samanta Villar: 365 días en Tinder. A finales del año pasado decidí, alentada por una amiga, crearme una cuenta en las tres webs de ligoteo gratuitas más famosas que yo conocía: Tinder, Badoo y Adopta un Tío. ¿El motivo? Quería curiosear. Nunca me había metido en estos pozos del vicio y tenía la cabeza llena de prejuicios que ya era hora de contrastar. Además estaba de vuelta en el mercado de la carne y, según me insistía mi amiga, no me vendría mal conocer gente nueva y que me diera el aire. Ejem.Yo no sé si vosotros tendréis perfil en Tinder o si, como yo hacía antes, pasáis de esos sitios porque ahí solo hay gente "que entra para follar, echar un polvo y ya". Esa era la idea que entre unos y otros me habían asentado en la cabeza, y aunque así de primeras me pareciese perfecto (allá cada cual con sus cosas, mientras no se engañe a nadie) a mí la idea de quedar con un señor desconocido para que me atusara las lanas no me atraía nada. Encima tenemos que añadir el hecho de que cuando comenzó el año yo estaba hecha un gurruñito pocho: me dolía el corazón, me dolía el alma, me dolía la barriga de tanto comer burger king y beber para olvidar. Así que como vosotros comprenderéis, no estaba yo como para darme una alegría con gente extraña... pero aún así, como decía, tenía curiosidad y me metí en Tinder.
Lo primero que me llamó la atención es que la gente pasaba del chat. Yo, que soy de la generación del Irc, cuando conseguía un match con algún muchacho apañao me ponía a chatear y a contarle mis cosas, a decir payasadas y demás, pero casi siempre me cortaban el rollo  a los cinco minutos soltándome eso de -bueno, ¿vamos a quedar para un café o qué, Beatriz?. Y yo es que con esas presiones no funciono, eh. A ver, que yo necesito saber un poquitín más sobre ti para quedar. Que no es que crea que te voy a conocer por el chat, pero no sé... seré una antigua, pero yo quedando así tan de golpe me siento muy incómoda. ¿De qué hablas con alguien del que sólo sabes que  es "amigo de sus amigos"? Es más, ¿y si te das cuenta de que has quedado con un gilipollas? Porque si eso te puede pasar después de chatear tres meses, imaginad a los 5 minutos del match. Efectivamente mis elucubraciones eran certeras: en 365 días he quedado con 9 chicos a los que "conocí" en esas webs, - la verdad es que tampoco es tanto, visto con perspectiva- y tan sólo he conectado un poco más con aquellos con los que chateé un mínimo antes de vernos cara a cara.  Comunicación, señores. No se trata de pasarte seis meses hablando e idealizando a la persona, pero si antes de quedar para un café al menos dejáis claro quiénes sois, qué buscáis y qué cosas os molan, os ahorraréis perder el tiempo y muchos disgustos.
Más cosas que me llamaron la atención de Tinder: lo de que la gente entra para follar es MENTIRA, y me da igual lo que digáis. El 90% de los hombres que están en Tinder son personas que están cansadas de sexo esporádico, de citas superficiales y de estar solos. Gente que busca una relación, un poco de cariño, un mimo, un algo amoroso. Gente que viene rota de otras relaciones. Recién divorciados que sienten que su mundo se desploma sin una mujer. Incluso los que en su perfil te plantan un "no quiero compromisos, quiero vivir la vida" también buscan pareja en lo más profundo de su corasóns, así que de primeras te echarán un polvo y justo después ya se pondrán a planear vuestro futuro juntos. Me ha sorprendido mucho lo sola que está la gente, la verdad. Lo mal que llevamos esa soledad. Ese sentimiento de yo es que quiero ser feliz y sólo seré feliz cuando encuentre a la persona. El problema es que estás buscando amor en un lugar donde quedas a los 5 minutos de encontrar a alguien. Donde decides si hay química o no con la otra persona en una cita de media hora. Donde probablemente tengas sexo con esa persona antes de saber cuál es su película favorita o cuál es su apellido materno.Tinder es pura contracción, es un oxímoron en sí mismo: queremos amor inmediato con un desconocido. Que salten chispas con el primer café. Te ríes tres veces con alguien y ya crees haber encontrado tu media naranja. Y por el contrario, si esa persona no te remueve por dentro desde el minuto uno, no es la persona y la bloqueamos ipso facto porque no queremos perder el tiempo en nuestra búsqueda del santo grial sentimental. Vamos, vamos, a por más matches.
Es un arma de doble filo, porque esta facilidad que tenemos ahora para conocer gente gracias a las redes sociales de ligar es, en realidad, una mentira: creemos que encontrar esa conexión real con la otra persona es igual de fácil y rápido que conseguir un match, y no. Tinder en realidad es el equivalente a una señora sentada en el súper que, cuando llegas con tu carrito buscando tomates y lechugas, te dice que te sientes con ella en una mesa un momento y te planta delante a un maromo que también ha venido a comprar, a ver si conectáis. Pero ya está, no crea la magia ni te provee de lo que realmente necesitas; eso tienes que tenerlo bien clarito tú antes de crearte un perfil, porque de lo contrario estarás mareando a otras personas y vagando sin rumbo en un mar de fotos de abdominales y casados adúlteros. 
Y yo ya. Un año de match  ha sido suficiente para mí. Un año en el que  mi estado de ánimo ha pasado por todas las fases posibles del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Un año en el que empecé con ansia de cariño, con una necesidad irracional de que me abrazaran y no sentirme tan vacía por dentro... que ha terminado con un ansia de paz que me lleva a disfrutar de mi soledad y a sentirme bien conmigo misma. Me he liberado de prejuicios, he mejorado mi autoestima, he conocido a gente maravillosa, gente menos maravillosa y gente imbécil.  Se alinearon los planetas y he hecho dos amigos nuevos en un lugar hostil y muy poco dado a crear vínculos de amistad real y sin dobleces.
Un año en el que he aprendido la lección: no voy a encontrar el amor en Tinder, pero no porque esté lleno de gente que no merezca la pena, sino porque nadie encuentra el amor mientras lo busca. 
Y yo dejo de buscarlo oficialmente; que llegue cuando tenga que llegar. El 31 de diciembre daré de baja todos mis perfiles en las redes de ligar, sin pena ni arrepentimiento. No sé si 2017 será el año de mi soledad, de mi clausura casta haciendo rosquillas con las carmelitas, pero ya no siento la necesidad de conocer a nadie que me sacuda por dentro porque por fin vuelvo  a ser consciente de que ese alguien soy yo.
Recordarás, nuestros días felices. 
Recordarás, el sabor de mis besos. 
Y entenderás, en un solo momento 
qué significa 
un año de maaaaatch.





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