Hay momentos en esta vida en el que descubres que...
El día en que sus hijos, unos mellizos superdotados, se marchan a la universidad, Eva cruza la puerta de su casa y se mete en la cama en pleno día. No está enferma. No está cansada.
Y, desde luego, no tiene una aventura. Simplemente, ha llegado el momento de decir basta.
UNA HISTORIA DELIRANTE Y PROFUNDA SOBRE LO QUE SUCEDE CUANDO ALGUIEN DEJA DE SER LO QUE LOS DEMÁS DESEAN QUE SEA.
Una novela perfecta para los tiempos que vivimos: hace reír, hace pensar.
Vivir es una costumbre, una costumbre a la que la gente se acostumbra, lo que no siempre es un buen hábito, especialmente si lo que se ha convertido en cotidiano está a años luz de llamarse felicidad. Y no hablo de felicidad en el sentido ideal de la palabra, no, no hablo de esa utopía que nos vende la psicología barata que de psicología tiene poco, sino de ese camino que todos intentamos recorrer sin desviarnos, ese sendero de baldosas amarillas que a veces nos regala sinsabores que conseguimos dejar atrás gracias a esos botines rojos de los que estamos orgullosos. Sí, esos zapatos brillantes que nos recuerdan que por muchos kilómetros que tengamos por delante no vamos descalzos, por lo que debemos disfrutar del viaje y no dejar escapar ni uno sólo de los brillos que irradiamos. Para mí, eso es la felicidad: saber disfrutar de las pequeñas cosas que tal vez siempre están con nosotros pero que cada día nos regalan un brillo diferente, saber afrontar la vida con valentía porque no siempre es apta para cobardes. Siento la felicidad como vivir y saber apreciar que poder hacerlo es nuestro bien más preciado a pesar de que a veces duela. Luchar por lograr ese estado se merece una año en la cama y lo que haga falta.
Nuestra protagonista, Eva, se ha acostumbrado a vivir como siempre lo había hecho hasta ese momento: dedicada en cuerpo y alma a un marido del que no está realmente enamorada y a unos hijos que no comprende. Pero llega el día en que sus mellizos abandonan el nido para iniciar sus estudios universitarios, un día en el que la rutina se rompe y en el que Eva decide que no quiere repararla. Ese día en el que, ante la incredulidad de sus familiares y amigos, decide meterse en la cama para no levantarse durante un año. Año en el que multitud de personajes pasarán a visitarla compartiendo con ella el lado más penoso de su vida.
¿Una novela que hace reír, hace pensar? Sinceramente, me he reído poco y sí, he pensado mucho. Se trata de una historia tremendamente agridulce, con pasajes tanto cómicos como grotescos. Un libro preñado de un humor que en más de una ocasión me ha entristecido y es que, cada uno de sus personajes son la personificación de las sombras que esconde la vida, incluida nuestra protagonista, de quién poco a poco iremos descubriendo un pasado que sin duda ha dictado su presente.
"[...] quienquiera que dijera que la vida era un cuenco lleno de cerezas,
se había olvidado de que cada cereza
tenía un duro hueso esperando sorprender a los incautos, [...]"
Una prosa ágil y fácil de leer, diálogos que me han robado tristes sonrisas, algún que otro puntito de humor inglés y una protagonista que puede despertar antipatías mas a mí, en cierto modo, me ha conmovido, pues en el fondo creo que no es más que una mujer exigiendo atención por parte de sus allegados, o anhelando un cambio de puerto sin saber muy bien como gestionar esa nave en la que se ha puesto a la deriva. Pero también es cierto que ese histrionismo que irradia la novela me ha disgustado en algunos aspectos que son, en mi opinión, peliagudos y que pueden responder a estereotipos o incluso disgustar a alguien íntimamente ligado a ellos. No es mala intención, ni muchísimo menos, sino una consecuencia más de la acidez que contiene esta historia.
Así que... por un lado esta lectura me ha decepcionado un poquito: el "reí hasta que lloré" que afirmaba el Daily Mail había creado en mí unas expectativas que no se han cumplido. Pero por otro lado, creo que es un abordaje extravagante y original de tópicos archiconocidos, y todo lo que marque la diferencia merece un voto positivo por mi parte. La mujer que vivió un año en la cama está plagada de situaciones absurdas protagonizadas por un elenco excéntrico, que en más de una ocasión te hará preguntarte ante qué tipo de historia estás pero que, en mi opinión, muchas de ellas no son más que una hipérbole llevada al extremo de una realidad, una realidad cruda sobre la que reflexionar.
¿Alguna vez habéis hecho una locura para cambiar el rumbo de las cosas?
Muchísimas gracias a Espasa por facilitarme el ejemplar