Revista Literatura

7 cosas que he aprendido después de 6 semanas sin escribir

Publicado el 19 abril 2016 por Cabaltc

Tras las primeras dos semanas sin escribir pensaba que no podría sacar nada positivo (en cuanto a mi trabajo). Sin embargo, estoy tan sorprendido como agradecido de estas 7 cosas que he aprendido tras estas seis semanas sin escribir una sola coma.

Y es que, en mi infinita ignorancia, creí que sería factible cuidar de mi hija y poder seguir con mi ritmo de trabajo habitual. Pensaba que el momento de no ser capaz de manejar ambos trabajos llegaría precedido por muchas alarmas escalonadas. Pensaba que me daría tiempo a reaccionar antes de que llegase el colapso. Que todos estaríamos felices y comeríamos perdices.

Sin embargo, ese despertar cognitivo de mi bebé no llegó de la manera paulatina que yo esperaba. De un día para otro pasé de poder escribir durante 6 ó 7 horas al día a no poder sentarme ni 15 minutos seguidos. ¡Qué energía madre mía!

Sufrí lo que he denominado como un colapso paterno-laboral y tuve que cambiar la pluma por el sonajero. No me entendáis mal, he disfrutado lo indecible durante estas semanas con mi hija. O, al menos, lo hice cuando tomé la decisión de dejar de intentar escribir.

Ahora, después de que la pequeña lagartija esté tan bien cuidada durante unas horas y deje que su padre vuelva a trabajar, he aprendido que esta pausa forzada ha tenido un buen puñado de efectos muy beneficiosos en mí y mi trabajo.

Pero, ¿cuáles son esas cosas que he aprendido?

7 cosas que he aprendido y una reflexión

No os voy a engañar, lo primero que sentí al volver al trabajo fue algo similar a lo que sentía cuando trabajaba en Accenture y volvía de vacaciones: todo el trabajo pendiente seguía ahí con todos los extras que se habían ido sumando con el tiempo.

Como recordaréis, mi último artículo en el blog fue por qué hay que especializarse como escritor. En él os hablaba de la importante decisión que había tomado con respecto al rumbo de mi escritura y de la cantidad de cosas que pretendía hacer a partir de ahora. Empezando por reestructurar el blog y sus contenidos. Tareas que, por supuesto, seguían esperando mi regreso con los brazos abiertos.

El trabajo no disminuye cuando desaparecemos un tiempo, mucho menos si somos trabajadores únicos de una empresa monotrabajador, como es la escritura. Sin embargo, después de dedicar un precioso día a la clasificación de tareas pendientes, lectura de emails, mensajes directos y demás comunicaciones escritas, hay varias cosas que he aprendido.

1. La distancia da la perspectiva

Permitidme echar mano del refranero español: a veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Cuando estamos inmersos en uno o varios proyectos que nos absorben por completo, llegamos siempre a un punto en el que perdemos la noción de hacia dónde vamos y por qué hacemos lo que hacemos.

Nos limitamos a ejecutar una tarea detrás de otra sin pensar demasiado (o nada) en para qué es todo esto. ¿Por qué decidimos hacer esto y no aquello? ¿Cómo he llegado yo a abarcar tantos frentes abiertos diferentes?

Y lo que es más importante, nos convertimos en caballos de carga con anteojeras. Solo vemos lo que tenemos delante de las narices, sin saber si la dirección en la que vamos es la correcta. O mejor dicho, si es la más correcta.

Después de tantas semanas sin mirar el trabajo, se puede elegir con mucho más criterio cuáles son los proyectos importantes y cuáles deben ir al cajón de algún día.

Y no me refiero solo a los proyectos de novela o de relato, sino al conjunto de promoción, publicación, escritura, estudio,…

2. A veces lo que parece importante y urgente no lo es tanto

Hace ya muchos meses (por no decir dos años) que tengo un libro de productividad que explica uno de esos métodos de organización personal que siempre me ha gustado. Se llama Organízate con EFICACIA de David Allen, aunque es posible que muchos lo conozcáis por su nombre o sus siglas en inglés: Get Things Done o GTD. Una técnica que ha proliferado mucho por internet en estos últimos años gracias a las aplicaciones móviles que intentan aprovecharlo y al boom de la productividad personal.

En fin, a lo que iba. El caso es que, siguiendo sus consejos, hice una lista completa de todas las cosas que tenía pendientes por hacer. Una lista de 200 o 300 tareas que cubrían todos los aspectos de mi vida (tanto laboral como personal).

Lo hice por el sencillo motivo de que, cada día que pasaba, me quedaba sin tiempo para trabajar y necesitaba ordenar y priorizar todo mi trabajo de manera eficiente. Sin embargo, nada más terminar esa lista tuve que dejar de escribir. O mejor dicho, mientras intentaba crear esa lista me di cuenta de que mi monstruito favorito necesitaba una atención cada vez mayor.

¿Os ponéis en situación? Te abruma el trabajo, plasmas en una lista todo lo que necesitas, ves que esa lista es enorme y… ¡ya no puedes hacer nada por remediarlo!

Lo maravilloso del asunto es que, tras seis semanas de parón muchas de esas tareas dejaron de ser relevantes, haciendo que mi mente descansase al ver cómo esa lista reducía su tamaño.

Una de las cosas que he aprendido es que muchas veces no somos capaces de separar lo importante de lo irrelevante cuando estamos en plena faena. ¡Echad el freno de mano de vez en cuando!

3. Escribir es lo primero

Parecerá una perogrullada. De hecho, es una perogrullada. Pero cuando haces esa lista de tareas pendientes (siguiendo el método de David Allen) te das cuenta de la cantidad de cosas que pretendes hacer y que no tienen sentido.

Si eres escritor, tienes que escribir. Tan sencillo como eso.

¿O no? Porque también está el mantenimiento de las redes sociales, escribir para el blog, escribir para otros blogs, el análisis de los datos de las distintas plataformas de medición, la lectura, los relatos, el estudio y aprendizaje, los cursos, las charlas, la documentación, el…

¿Me seguís?

Otra de las cosas que he aprendido con esta disminución de mi tiempo productivo es que primero va escribir y luego va lo demás.

4. El tiempo para reflexionar es muy importante

Tenía mis dudas (pocas la verdad) sobre la decisión de centrar todo mi mundo en torno a la ciencia ficción. Sin embargo, este mes (y pico) he podido refugiarme en mi imaginación con mucha más frecuencia de lo habitual y es una de las cosas que he aprendido de la que más orgulloso estoy: me apasiona crear nuevos universos.

Entre canción y canción, juguete y juguete, pañal y pañal y biberón y papilla he dedicado bastante tiempo a desarrollar varios mundos diferentes y a analizar la viabilidad que tienen para crear una buena historia. En concreto, uno de ellos se corresponde con el del relato más largo que tiene mi libro la imaginación también muerde.

Me daba pena haber desarrollado un universo tan complejo y coherente para solo escribir 3000 o 4000 palabras. Así que he estado completando y enriqueciendo un mundo que, salvando ciertas imposibilidades tecnológicas actuales y carencias éticas y morales, podría ser perfectamente viable.

Es importante tener tiempo para reflexionar sobre nuevas ideas y para desarrollar alguna de las viejas.

5. Escribir es como montar en bicicleta

Una de las cosas que más miedo me daba era que se me oxidase el músculo creativo. Escribir, como todo, es cuestión de práctica. Y después de pasar tanto tiempo sin poner una palabra detrás de otra…

7 cosas que he aprendido (2)Sin embargo, parece que escribir es una de esas cosas que no se olvidan. Y no solo eso, sino que la escritura es como una adicción. Después de tanto tiempo sin mi dosis diaria… mis ansias literarias han superado con creces a cualquier posible bloqueo creativo.

6. Tu blog puede vivir sin ti

Una de mis primeras crisis vino en el momento en que dejé de poder escribir 3 posts por semana y tuve que pasar a escribir solo 1.

Ahora, como bien habéis podido comprobar, también he tenido que dejar de escribir ese post. Con esto pensaba que mi blog caería en el olvido, que solo seguirían manteniendo visitas constantes aquellos posts que ya lo hacían antes…

Sin embargo, el blog no solo ha mantenido sus visitas con dignidad, sino que mi tráfico orgánico ha crecido casi un 10% este mes.

Cosas que he aprendido (blog)¿Dos cosas que he aprendido de esto?

La primera es que un blog asentado y con mucho contenido puede sobrevivir largos periodos de inanición. Lo que no quiero llegar a comprobar es cuánto puede sobrevivir.

La segunda es que los posts que escribimos tienen menos impacto en las visitas a corto plazo de lo que pensamos. Y esto me lleva a la última cosa que he aprendido.

7. Las visitas cuando no publicamos dicen mucho de nuestro blog

Al eliminar los posts frescos de nuestro blog queda a la vista nuestro nivel base de visitas. Ese nivel base tiene información muy importante sobre qué es lo que lleva a la gente a encontrar tu blog.

Cuáles son los posts más atractivos, cuáles son los más recurrentes que hacen de puerta de entrada a nuestro mundo. Es decir, cuál es la imagen que estamos dando al mundo digital y por la cual nos conocen.

Es una información muy importante que todos deberíamos analizar alguna vez para sacar nuestras propias conclusiones y tomar las medidas necesarias para potenciar o modificar esa imagen.

En mi caso estoy satisfecho en algunos aspectos y muy decepcionado en otros.

Y una reflexión

Además de todas estas cosas que he aprendido, tengo una breve reflexión para todos vosotros. Algo que vengo rumiando desde hace casi 10 años de trabajar de sol a sol. 10 años de llegar a las cosas por los pelos y con la lengua fuera, de hacer el trabajo de dos o tres personas a la vez.

Todas las semanas tienen 7 días y todos los días tienen 24 horas. Cuando se llega a un punto en el que cada minuto se convierte en una carrera contra el reloj, en donde casi siempre hay que tomar la decisión de dejar de hacer alguna cosa.

Cuando terminamos el día con la sensación de que no hemos avanzado en lo que deberíamos…

O con demasiada frecuencia sentimos que varios proyectos tiran de nosotros con igual fuerza y el hecho de repartir esfuerzos entre ellos no da resultado en ninguno…

Es en esos momentos en los que hay que tomar la decisión de abandonar alguno de ellos. Abandonarlo o asignarle la prioridad que se merece. Es decir, ninguna.

Hacerlo no nos convierte en peores personas ni en más improductivos. Al contrario, conseguirá que tengamos muchos mejores resultados en lo que de verdad merece la pena.

Solo hay que sentarse a decidir qué es lo que de verdad merece la pena de acuerdo con nuestros planes a largo plazo.

Os animo a hacer ese ejercicio de organización.


Escrito por David Olier para el blog El Rincón de Cabal.


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