Revista Literatura

#71 LA JOVEN DE LAS NARANJAS de Jostein Gaarder

Publicado el 27 octubre 2014 por Anuca @ideaspalabras

"Gaarder tiene el milagroso don de volver suaves

las cuestiones más serias y dolorosas de la existencia"

#71 LA JOVEN DE LAS NARANJAS de Jostein Gaarder

"Mi padre murió hace once años, cuando yo sólo tenía cuatro. Creí que no volvería a saber nada de él, pero ahora estamos escribiendo un libro juntos..." Así comienza La joven de las naranjas que hace reflexionar al lector sobre la intensidad de la Vida, pero también sobre la muerte. Una historia que nos habla del Tiempo y sobre qué somos realmente, qué misterio compartimos con el universo. ¿Elegiríamos nacer, y conocer la vida en toda su intensidad, sabiendo que quizá sea para permanecer sólo un instante en ella? ¿O rechazaríamos la oferta?

La muerte y qué hay o deja haber después; la vida y su fugacidad; la magia presente en cuanto nos rodea, y que nos enseña cuán diminutos somos por más que nuestra ignorancia se empeñe en sentarnos en tronos que nos quedan grandes. Tres temas recurrentes en muchos libros de Filosofía y, ¿por qué no admitirlo?, también en los de autoayuda aunque abordados de un modo distinto a los anteriores. Tres temas tal vez manidos, no tanto por su harto frecuente aparición en el cine o la literatura sino por su constante invasión de las cavilaciones humanas. Tres temas de los que se habla mucho pero de los que a la vez es difícil hablar y sobre los que, una vez más, Jostein Gaarder consigue hacernos reflexionar a través de una historia sencilla, muy bonita y, sobre todo, muy emotiva. Si algo me gusta de esta aguja es su forma de tejer prendas para jóvenes con madejas adultas que le sientan bien a cualquiera independientemente de su edad.

La joven de las naranjas está narrada en primera persona por Georg, un joven de quince años apasionado de la astronomía, y por su padre fallecido. Sí, por su padre fallecido pues varios años después de su muerte los abuelos de Georg encuentran una carta escondida especialmente dirigida a él, y en la novela se alternará el contenido de esa carta con los pensamientos... reflexiones... experiencias... de Georg en el momento de su lectura. Su padre le cuenta la historia de la joven de las naranjas pero, sobre todo, le muestra una visión de la vida y del mundo y le plantea cuestiones que no sólo van a sacudir la mente de Georg sino también la del lector.

"Bailamos, jugamos, charlamos y reímos en un mundo que no tenemos ni idea cómo surgió. Ese bailar y jugar es la música de la vida, dije. Lo encuentras por todas partes donde hay seres humanos, de la misma manera que hoy tono de marcar en todos los teléfonos"

Al calor de esta abrigo me han invadido tantas emociones que he tardado semanas en poner mi cabeza en orden para poder coser las palabras surgidas de ese montón de ideas que se entretejían en mi sesera. Y es que todos somos Georg: cada uno de los interrogantes que su padre le plantea son pequeños dardos que también hacen diana en el lector invitándole a buscar sus propias respuestas.


Pero La joven de las naranjas no es sólo un original "ensayo" (por las reflexiones que contiene) sobre la vida, la muerte y el universo; sino también una historia de amor con mayúsculas: de amor pasional pero también de amor paternal, y una historia del miedo: porque vivir supone tener miedo, miedo a la pérdida.

La Ciencia es progreso, es la madre de gran parte de lo que hemos logrado hasta hoy, la explicación a grandes enigmas que en su momento fueron inexplicables; pero sus brazos no son tan largos, siempre tendrá algún polluelo rebelde que no alcanzará a abrazar, y son esos polluelos los que la mayor parte de las veces contribuyen al crecimiento de Las Artes y también, como en el caso que nos ocupa, de los quebraderos de cabeza del ser humano.

"No me digas que la naturaleza no es un milagro. No me digas que el mundo no es un maravilloso cuento. Quien no lo haya entendido, tal vez no lo haga hasta el momento en el que el cuento esté a punto de acabar. Pues es cuando te dan la última oportunidad de quitarte las anteojeras, una última ocasión de frotarte los ojos de asombro, una última ocasión de entregarte a este milagro del que ahora te despides y al que vas a abandonar."

Llegados a este punto confesaré que lloré (y no una ni dos veces sino varias, llamadme sensiblona), y que fueron lágrimas agridulces pues el optimismo y la persecución de sueños bracean y consiguen, a pesar de todo, mantenerse a flote en este mar de tristeza. Sí, si tuviera que buscar un adjetivo que definiera el color de esta prenda elegiría... triste, pero recomiendo sin lugar a dudas vestirse con ella pues estos tonos también pueden ser favorecedores y, ¿quién sabe?, tal vez acabe en un lugar privilegiado de vuestro armario como en mi caso ha sucedido.

No obstante, hay un pequeño "pero" que no puedo dejar de mencionar. Georg y su padre son los narradores de esta historia, la carta de este último y la experiencia del primero mientras la leía se entretejen para crear la prenda pero, y ahí va para mí el punto flaco, apenas se diferencia el tono en el que "teje" Georg y en el que lo hace su padre cuando, en mi opinión, el modo de expresarse un adolescente debería distanciarse de alguna manera del adulto. Sin embargo, no ha enturbiado mi experiencia con la novela.

"[...] el soñar con algo improbable tiene un nombre. Lo llamamos esperanza"


En definitiva, La joven de las naranjas pasa a engrosar mi lista de lecturas favoritas de este año, año que, por cierto, no está portando nada mal a este respecto :)


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