Revista Literatura

A veces si

Publicado el 13 abril 2009 por Chaimon
La miró atravesando todo el lugar con sus ojos, sólo con sus ojos. No suele estar atento a ese tipo de situaciones. Un chico en realidad está atento a otras cosas: señales, miradas, gestos. Pero no, él no.
La vio entrar y la señal fue que su pecho se aceleró, le gritaba que quería explotar, salir de ahí y salpicar a todos con lo que el corazón escupa.
Por un momento se paralizó su alma porque no pasa todos los días, pero se entregó manso a lo que el cuerpo estaba diciendo y dejó que su cabeza se calme.
Su mirada se detuvo sólo a fin de ubicarse en el tiempo porque había perdido el foco y no quería que eso suceda. Las manos le transpiraban y sentía que no iba poder dominar la situación.
¿Qué tan grave puede ser?, se preguntaba. Pero claro, estaba delante de la situación que define la vida y obra de un hombre que es hablarle o no a una chica. Y ni hablar si se siente eso en el pecho. Es la más tremenda de las batallas.
He conocido hombres que prefieren ver un partido de fútbol e incluso decir cosas del tipo: “no me gusta tanto” “…pasa que le fueron a hablar todos y nada…” “Esas minas tienen novio”
Uno se pone a buscar tantas excusas para esconder la cobardía que podría dar cátedra.
Se decidió y separó su espalda de la pared que acariciaba. Tomó con fuerzas el vaso que contenía su mano derecha porque sabe que ir con las manos vacías es obligarse a no saber que hacer con ellas.
Respiró profundo y comenzó a caminar hacia ella, pero sin mirarla. Como haciendo de cuenta que estaba pasando por allí casualmente.
Es raro pasar por allí casualmente, pero no se lo digamos a nadie.


La nuez de adán se infló a centímetros de ella, acarició los labios con su lengua por puro nervio que lo invadía.

A dos metros de llegar, un hombre se interpuso en el camino y comenzó a hablarle.
Se le paró el corazón ante la sonrisa de ella. Frenó su andar y cuando estaba por volver a su sitio vio como con una sonrisa, pero diferente a la primera de todas, le contestaba algo. Luego de esto el chico se retiraba.
Volvió a tomar valor y se acercó. Cuando estaba a centímetros de ella, observó como lo miró con cierto desdén. Suponiendo lo que estaba por pasar, pero no sabiendo como estaba por pasar.
El chico se acercó y le preguntó al oído si había visto la película “Frankie and Johnny” y eligió hacerlo al oído sólo para que no vea lo sonrojado que estaba.
Ella alejó apenas un poco el oído de sus labios sólo para ver con cierta claridad que cara tenía la boca que le preguntaba eso.
Ella con un temor muy dulce y tentador contestó la verdad; que no.
El pasó relatarle que había una escena en la que él estaba retirándose de la casa de ella luego de ser rechazado en su pedido de intentar una vida de amor juntos, y que cuando estaba atravesando la puerta de casa, ella abre la puerta del baño y desde su interior le pide que se quede. Pero lo hace vistiendo una bata, cepillándose los dientes, con la cara lavada, sin una pizca de pintura y absolutamente despeinada. Pero se veía hermosa, hermosa como ninguna otra mujer en el planeta.
Ella lo miró sorprendida y puso un gesto de curiosidad digno de ser tallado. Y que él no va a olvidar jamás.
Sus ojos habían vuelto a ser testigos de algo increíble y su pecho no paraba de gritar.
Ella arqueó sus cejas y su boca hacia abajo. Parecía estar pidiendo por favor saber que seguía.
Él posó su mano derecha levemente en el hombro derecho de ella. La miró por primera vez a los ojos y con una calma que invadía cada centímetro de su cuerpo le dijo:
Vos sos la única en este lugar a la que imagino en bata, cepillándose los dientes, sin una pizca de pintura, despeinada y hermosa como ninguna otra.
Ella lo miró.
Él le mantuvo la mirada.
Ella se mordió el labio inferior nerviosa.
Él le soltó el hombro y se fue con el corazón salpicando todo el pecho. Llegó al extremo opuesto del bar y se dedicó a mirarla.
Dejó que todos los hombres del lugar le hablen, sintiendo una especie rara de seguridad que le indicaba que nadie podía contra él.

Las historias de amor a veces comienzan así.
A veces no.

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