Se dice que el día 10 de septiembre de 1933, en Hamburgo, una familia alemana celebró la llegada al mundo del único hijo en común del matrimonio. Karl Otto Lagerfeld fue un niño vivaz y contestatario que pronto dejaría su país de origen para trasladarse al París de la posguerra; su madre, una mujer decidida, habría de empujar al joven hacia su destino: “Aquí no tienes nada que hacer, Alemania es un país muerto”.
Un par de años más tarde el diseñador habría de cruzarse con otra joven promesa de la moda: Yves Mathieu-Saint Laurent. Pierre Balmain y Christian Dior fueron las míticas casas de alta costura donde ambos comenzarían a formarse y donde, por añadidura, habrían de desarrollar una amistad cruzada por la egolatría propia de los genios. Jean Patou, Chloe y Fendi fueron los pasos siguientes en la vida de Lagerfeld hasta que, casi en la cincuentena, se produjo su ingreso a la Maison Chanel.
Claro que en aquel momento histórico el legado de Gabrielle no había perdurado y la firma se encontraba con serios problemas económicos. Karl, lejos de amilanarse, reinventó las prendas que catapultaron a la fama a su fundadora: tweed, lentejuelas, vestidos negros y perlas se renovaron en la imaginación desbordante de Lagerfeld, quien con franqueza inobjetable señaló directamente la idea que lo inspiraba: “Mi trabajo no es hacer lo que ella hizo, sino lo que habría hecho”. Y vaya si lo cumplió. Chanel se reinventó a sí misma a partir de su creatividad y las ganancias anuales se multiplicaron de la mano de su clase y estilo. No sólo se ocupaba de las colecciones anuales, sino también de su propia marca y de la dirección creativa de Fendi.
Artista hiperactivo e incansable, con una impronta en la que destacaban las gafas oscuras, el cabello peinado hacia atrás y algunas joyas barrocas sobre su vestimenta en blanco y negro, transgresor como todo genio, irreverente e intransigente, su sello personal, sus declaraciones altisonantes y una cultura propia de su pasión por la lectura ávida en cuatro idiomas lo convirtieron en el Kaiser, un emperador de la moda por derecho propio. El aura física de Karl Lagerfeld se apagó el último 19 de febrero; su legado ha de permanecer en el tiempo, con la eternidad propia de la belleza.
Hasta pronto, y muchas gracias por todo.
La fotografía corresponde a la página de Instagram del diseñador.
Durante un fin de semana de febrero en el que la temperatura osciló entre los 19 y los 35 grados centígrados, la ciudad contó con la instalación de la Feria Masticar, un evento que sólo se llevaba a cabo en Buenos Aires hasta la fecha. Así, con la impronta propia de la zona que conjuga mar y sierras, la convocatoria excedió lo previsto y el lugar elegido en el Puerto de la ciudad desbordó de visitantes ansiosos por degustar las delicias prometidas.
El lema de Masticar radica en llevar la cocina argentina al público y resaltar la necesidad de consumir productos frescos de estación: “Comer rico hace bien” sostienen los organizadores, y el público responde a una consigna tan cierta como tentadora. Todos los artesanos culinarios se reúnen en Masticar para dar a conocer sus especialidades gastronómicas, impartir clases de cocina y exhibir sus productos más representativos conformándose una completa variedad de ofertas diferentes, aptas para todo bolsillo.
Nosotros concurrimos con Marisa y Bernardo, probamos vinos de bodegas conspicuas y adquirimos algunas especialidades como confituras y algas proteicas, para luego cruzar la calle e instalarnos a cenar, cerca de la medianoche, en un restaurante del Centro Comercial del Puerto. El objetivo de los organizadores fue cumplido con creces: un promedio de 150.000 personas confirmó el lema convocante.
Jabón loco
Montevideo es pródiga en ferias y mercados, que integran la cultura citadina con la sabiduría popular derivada de los antiguos habitantes. En este contexto, los fines de semana resultan ideales para dar una vuelta sin prisa por las diferentes opciones que ofrece la ciudad cisplatina.
Todos los sábados en Punta Carretas, la feria de Villa Biarritz despliega sus puestos multicolores para ofrecer al visitante frutas y verduras orgánicas, tejidos artesanales, pinturas de artistas locales y una variedad de productos cosméticos originales. Una mañana soleada, conjuntamente con mi amiga Susana recorrimos la feria y una buena cantidad de Jabones Locos cruzaron el río en mi equipaje al regresar a Argentina.
La marca no emplea parabenos ni grasas animales en su composición, resultando de esta manera un jabón suave y aromático, elaborado con el afecto y dedicación propia de las composiciones no industriales. Para reponer, regalar y perfumar el cuarto de baño con su suave aroma.