Revista Diario

Adios, Astérix

Publicado el 04 octubre 2013 por Mamenod
Algunas veces parece como si el tiempo no pasara. Estás inmersa en esa maraña de obligaciones y devociones que componen el día a día, y tienes la sensación de estar viviendo un bucle. Pero es curioso como de repente, en un momento, la visión de una foto al abrir una carpeta de imágenes, la reposición de Verano Azul o el olor a colonia de un bebé en el ascensor, cualquier cosa puede encender la mecha que te lleva a la explosión de los recuerdos.Entonces te das cuenta perfectamente de que el tiempo se empeña en pasar a través de los hilos de araña con los que la monotonía teje tus redes. Y descrubres que ya sabías a ciencia cierta que hay etapas quemadas y tiempo que no vuelve.Ayer concretamente pasé por una de esas sensaciones. Mi hijo se hace mayor. Ya lo intuía en el cambio que está sufriendo su voz, en esa necesidad de intimidad con la que protege la clave de su teléfono móvil, o en el número de zapato, que yo me empeño en dejar en treinta y nueve, pero tengo que cambiar por uno del cuarenta. Pero es que ayer, el cierre de la etapa fue físico, tangible, y no sé muy bien qué hacer con las emociones.A mi marido, que es un artista dibujando, desde que los niños eran pequeños siempre le encantó pintarles la habitación. Según sus gustos, las paredes de sus cuartos fueron el lienzo ideal para dejar inmortalizados a los héroes que adoraban, o a los personajes de dibujos animados preferidos del mundo de la televisión. La mayor, que es más de no tirar nada, nunca ha permitido que se borre de su pared el dibujo de las supernenas, o los dulces perritos dálmatas que su padre pintó cuando ella era apenas un bebé. Así que nos hemos tomado el trabajo durante estos años, de pintar alrededor haciendo un artístico recorte para no tocar las imágenes. Pero para el pequeño, más tímido y más preocupado por lo que sus amigos-visitantes-compañeros de Xbox pudieran pensar al venir a casa, papá ha ido borrando y cambiando los personajes para adecuarlos de alguna manera a su edad. Del gallo claudio y el perro de la Warner que medía sus centímetros, pasamos a Astérix en un primer momento de evolución de la madurez. Pero hace unos días, y temiendo que por "corte" no fuera capaz de pedirlo, el padre le pidió su opinión para borrar para siempre de la pared los recuerdos de una infancia a la que él ya no quiere pertenecer.Como habíamos imaginado, el chiquillo enseguida aceptó y creo que agradeció la propuesta. Ayer mismo, y después de hacer la foto de recuerdo, mi marido cogió el rodillo y dejó atrás con muchas capas de pintura la más tierna infancia de mi niño.Qué diferente la percepción de mi hijo a la mía. Cuánto de orgullo hay en ese número cuarenta que ya calza y qué nostalgia más tonta se me ha quedado pegada a esa pared vacía. Pero bueno, sabéis que no soy de las que piensan que lo ideal de la vida es lo que quedó detrás. Nunca se sabe si el futuro será mejor o peor, eso es impredecible. Ahora, de lo que no cabe duda es de que será diferente. Bueno, os dejo con las imágenes. Creo que mi marido se merece que os las enseñe. En primer lugar porque es un artista, de eso no me cabe duda. Pero sobre todo, y ahora que no me escucha, porque sé que ayer, aunque no quiso que el chaval se diera cuenta,  a él también le costó digerir que los hijos crecen, que las cosas cambian; en definitiva, que la vida pasa.Adios, Astérix
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