Revista Diario

Ahora lo sé!

Publicado el 28 noviembre 2011 por Mariaelenatijeras @ElenaTijeras
Ahora lo sé!   El invierno entró sin contemplaciones. Avasallaba inmisericorde azotando con extremada virulencia. Pese a las gélidas temperaturas que envolvían a una ciudad casi fantasma debido al temporal reinante, una silueta casi espectral paseaba por sus calles ajena a las devastadoras inclemencias. El recio abrigo que la cubría no impedía que por alguna parte se colara  ese viento helador. Sus manos, aunque guarecidas en los bolsillos del abrigo, estaban agarrotadas. Sus pies, enfundados en unas botas por encima de los tobillos, empezaban a dar la sensación de iceberg. Aún así, no se detenía, aunque sus pasos eran lentos, necesitaba llegar a su destino cuanto antes.   Durante su camino, recordaba las tórridas noches que otrora pasaron juntos. Caricias desinhibidas recorrían, ardientes y premurosas, cada uno de los puntos más erógenos de su cuerpo transportándolo a otro nivel donde sólo la sentía a ella. Recordaba cómo entre sus piernas alcanzó el paraíso mientras ella, con sus movimientos, se entregaba a una lujuria ávida de mil emociones. Exhaustos de una noche sin fin, contemplaban los primeros tintes violáceos del alba y enroscados en el cuerpo del otro, dormían hasta bien entrado el día.
   Después de un largo paseo, llegó a su destino. Se detuvo delante de un edificio de tres plantas, miró hacia el último piso y dirigió sus ojos hacia la ventana de la esquina. Contempló con cierta alegría que la luz estaba encendida. El portal, entreabierto, le invitó a entrar y subió las escaleras. Al llegar al último rellano tocó con los nudillos en la puerta que más cerca estaba de los peldaños. No recibió respuesta. Volvió a intentarlo con más énfasis. En esta ocasión tuvo más suerte.– ¿Qué haces aquí? –le preguntó Gloria, más extrañada que alegre por verlo. –He venido a verte y a saber el porqué de tu silencio. – ¿Mi silencio? –su sorpresa iracunda iba en aumento. – ¿Te importa que pase?, hace mucho frío en la calle y dentro entraría un poco en calor. –suplicó Carlos mientras en un abrazo así mismo, se friccionaba los brazos. –Llegas en mal momento y no te esperaba. –respondió ella solemne, ansiosa de que se fuera. –Siento presentarme así, pero necesitaba hablar contigo.–No tenemos nada de qué hablar, Carlos. –Gloria no se apartó de la puerta. Su último deseo de esa noche era que él se acomodase dentro.–No te entiendo, cariño. ¿Por qué no respondes a mis llamadas?–Creo que te lo dejé bastante claro.– ¿Me dejaste? No te sigo, ¿a qué te refieres? –inquirió mientras daba un paso más hacia delante. Se topó con un muro infranqueable. Gloria no se movió ni un milímetro hacia atrás. – ¿No viste la nota que te dejé en tu casa la última vez que quedamos y no te presentaste? –gesticulaba con una mano, mientras con la otra sujetaba firmemente la puerta para que no pudiera abrirla él en un descuido.– No, ¿qué nota? –no recordaba haber visto ninguna en su casa. – Por debajo de la puerta. Te ponía que no quería verte más, que no me llamaras y no me buscaras –el enfado de Gloria estaba a punto de explotar–. Me quedé más de tres horas esperándote en la puerta. –Su mirada, siempre tan directa, amedrentaba la valentía que Carlos arrojaba unos instantes antes. –Ni tan siquiera se te ocurrió enviarme un mensaje al móvil. Con una mentira hubiera bastado para callarme. – ¿Prefieres que te mienta? –preguntó atónito.–Lo hubiera preferido antes que quedarme tres horas como una boba –levantó tres dedos, mostrándoselos con furia. –Me habría marchado a casa. Y cuando me enterase de tu engaño… Prepárate amigo que el infierno te hubiera parecido una isla tropical…– ¿Entonces, no me libro por ningún lado? –Lo único que te hubiera salvado era madurar y compórtate como un hombre. Cuando sepas que es lo más importante en tu vida, a lo mejor estoy dispuesta a oírte, ahora lárgate. –Y sin dar más opciones cerró la puerta dejándolo, por unos instantes, casi pegado a ella.
Afrentado por las palabras de ella, agachó la cabeza y salió de allí.    Con la espalda pegada contra la puerta, volvían a brotar todos y cada unos de los sinsabores que, en su relación con Carlos, vivió hasta que decidió ponerle fin. Gloria jamás pensó que llegaría a ese extremo. La humedad que afloraba en sus ojos delataba la enorme tristeza que sentía en ese momento.    Se conocían hacía ya varios años, compartían amigos comunes, pero no fue hasta dos años atrás cuando empezaron una relación más intensa. Disfrutaban cuando estaban juntos y les gustaba compartir su tiempo, pero Carlos, siempre tenía la mala costumbre de olvidarse de ella cuando eran sus amigos los que le reclamaban para una fiesta. En numerosas ocasiones Gloria le advirtió que de seguir así, sería ella quien le diera portazo y esa noche lo hizo sin más dilaciones.
     En las últimas semanas su conciencia había sido su única amiga a pesar de que no le dictaba lo que su cabeza quería escuchar. En medio del fragor de esa disyuntiva su corazón latía exigiendo clemencia. Proyectaba siempre las mismas emociones bombardeándolas a cada rincón de su cuerpo, pero no lograba causar el efecto deseado en él. Su corazón y su razón no estaban unidos, había logrado separarlos.   Ahora ya era tarde para rectificar aquellos errores, no podría cambiar el pasado pero intentaría transformar el futuro que se tornaba cada vez más agorero. Seguía sin noticias de Gloria. ¿La habría perdido para siempre?    El mismo sofá que cada noche los vio disfrutar de su intimidad apasionada, ahora lo cobijaba arrullando sus sentimientos. Necesitaba guarecerse de sí mismo, sobre él se cernía una absurda soledad creada por su inmadurez.    Cabizbajo, su mirada se perdía sobre una cálida alfombra gris de lana. En una de las esquinas del tapiz, destacaba un trozo de papel. Se acercó pensativo "¿no será esto…?" al cogerlo su sorpresa se tiñó de temor. Era la nota que Gloria le dejó semanas atrás. – No puede ser –le hablaba a su escepticismo– ¿Cuánto tiempo lleva esto ahí debajo? Despediré a la limpiadora… en cuanto la tenga. –Cerró el puño con fuerza, como si con eso pudiera borrar el episodio vivido esa tarde en aquel frío rellano.
   Desgarrando las espesas nubes que aún quedaban como los últimos coletazos del temporal, sutiles rayos de sol acariciaban la marmórea superficie azul del mediterráneo, dándole inspiración a la muchedumbre para salir a pasear y aprovechar esa pequeña tregua. Decenas de parejas caminaban de la mano bajo varias capas de abrigo. Familias con sus pequeñines jugaban a la pelota. La visión de todo aquello, provocaba en Carlos la sensación de que se estaba perdido algo importante. Su única compañía: sus huellas en la aterida arena.    En una de las terrazas que daban al mar, una pareja compartía confidencias entre risas y arrumacos.    Gloria, sentada junto a aquel desconocido para él, expresaba sin tapujos su felicidad.    Carlos, apoyado en una esquina próxima, moría al encontrarla tan feliz sin él. De pronto comprendió, lo que tanto tiempo le llevo aceptar. Ahora, se comportaría como debió hacerlo varias semanas atrás y como un caballero se rindió haciéndoselo notar a ella. Los ojos de ambos se cruzaron, y con un leve movimiento de cabeza se despidió para siempre. El oscuro cielo impedía disfrutar de las últimas horas de luz de esa tarde y sus pensamientos volaban en otra dirección. 
"Desde esta esquina, escondido, puedo ver como ya no eres mía. 
Tus caricias que tanto provocaron en mí, ahora serán disfrutadas por otra piel. 
Las huellas que surcaste en mi corazón, serán crueles dagas de acero vivo que atravesarán con brío la fortaleza de mi ser. 
Tu boca, entregada en la suya, gozará recorriéndola entre maravillosos pálpitos de tu corazón jubiloso. Ya te perdí, en mi más angustioso duelo por no perderte, hice exactamente lo contrario. 
Ahora lo sé."


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