Me siento a escribir, las lágrimas resbalan por mis mejillas, veo la pantalla un tanto borrosa. Pero con cada palabra que tecleo, me voy quitando peso de encima, la presión del pecho va desapareciendo poco a poco y me siento más ligera.
Es mucha gente la que me dice que no debería publicar mi estado de ánimo en Internet, que no debería contar mi vida. Pero no puedo evitarlo, es mi forma de desahogarme y estar mejor conmigo misma. Además… ¿Por qué tenemos tanto miedo de mostrar nuestros sentimientos?
No somos de piedra, sufrimos y tenemos días malos, no veo el problema de compartirlo con más gente. No creo necesario el fingir estar bien, cuando realmente no lo estas, y no eres más débil por ello.
Puede que mis “problemas” o sentimientos no le importen a nadie, pero me siento bien escribiendo. Puede que, tal vez, haya alguien que esté en una situación parecida y al leerme se sienta identificado. Y entonces se sienta un poco menos solo.
Pero no escribo para que la gente me lea, tampoco para dar pena a nadie, y mucho menos para llamar la atención. Escribo única y exclusivamente por mí, porque es mi calmante. Por que cuando mis ganas de llorar estallan y la ansiedad aumenta por momentos, esto es lo único que realmente me hace sentir mejor. Y cuando le doy al botón <publicar>, es como si se llevara consigo todo aquello que no me dejaba respirar.
Así que no, no voy a dejar de hacerlo. Al que no le guste como escribo, lo tiene muy fácil:
¡No me leas!
Un beso muy grande a las personas que si me leen y me dejan comentarios, porque gracias a vosotros siento que esto sirve para algo más que para quitarme un peso de encima. Y que una persona que no te conoce de nada, te muestre su apoyo y te diga que le gusta como escribes, motiva muchísimo.