El pasado 5 de febrero marcó el comienzo del Año Nuevo Chino, nada menos que el período 4717 del ciclo oriental. Regidos por el calendario lunar, ya que el inicio lo determina la segunda luna nueva después del solsticio de invierno, los festivales de la primavera que celebran por todo lo alto cada nuevo ciclo se llevaron a cabo en 396 ciudades de 133 países.
No es de extrañar el número porque en China se dedican dos semanas a los festejos y hay un tránsito incesante de personas por todo el país: es tiempo de visitar familiares, de compartir comidas para invocar la buena fortuna, de limpiar la casa con viejas escobas que luego se desechan para alejar los malos espíritus y no pueden faltar las galletas de la fortuna con su predicción infalible; todo ello con un fondo multicolor de fuegos artificiales de toda forma y dimensión.
El año 4717 estará regido por el jabalí o chancho de tierra; si bien la energía de este animal se encuentra signada por el agua, en este caso no habrá conflicto sino complementariedad, lo que resultará en fertilidad y germinación de cosas nuevas. El jabalí es hedonista, adora vivir la vida y desplazarse, así que posiblemente todos los seres sentiremos deseos de viajar a lejanas tierras y de disfrutar los buenos momentos que conlleva la cotidianeidad.
La contrapartida del optimismo y la excesiva imaginación puede traer aparejados sueños imposibles y falta de contacto con la realidad, que configuran las debilidades de este tótem chino. Le son características las cualidades de la ingenuidad y la bonhomía, así que habrá que regular el exceso para no caer en manos de personas inescrupulosas que se aprovechen de esta energía reinante.
Como correlato de la vibración del jabalí, la galleta china que me ha tocado en suerte me ha permitido extraer el mensaje conservando su indemnidad: “If your cookie still in one piece, by lotto” dice la predicción. No soy aficionada a los juegos de azar, pero quizás resulte atinado obedecer la directiva de este confiado mamífero.
El cumpleaños de Julio
En alguna ocasión se ha mencionado que el transcurso del tiempo puede ser abordado de maneras diversas, según creencia, energía o manera de ver el mundo de quien se trate. Las circunstancias, siempre mutables, no son las mismas de un año para el otro, y las razones para festejar son más o menos variables en consecuencia: en este cumpleaños, Julio decidió celebrar la fecha y la vida, sin restricción alguna.
El verano austral se desarrolla de manera extraña en este confín del planeta: hay jornadas de calor intenso y agotador, sólo reparadas por la brisa fresca del océano; por el contrario, hay otras en las que el termómetro desciende a temperaturas inusuales, más cercanas al otoño intenso que al estío caluroso. La noche del festejo del cumpleaños de Julio fue de las últimas y, aún cuando lo celebramos en el jardín de su casa al aire libre, la calidez de la fiesta compensó el aire helado nocturno.
Así desfilaron durante la noche músicos diversos y melodías de todo tenor, producto de la amistad del anfitrión con diversos personajes citadinos que lo acompañan desde hace años en Atlántica Jazz Band. Después el paso de las horas trajo consigo conversaciones amables acompañadas con bebidas y café; en un momento le pedí a Nora una manta para cubrirme mientras seguía departiendo con los comensales. Y las horas fueron pasando hasta que, asombrada por el clima que sentía helado, le pregunté a Juan por la hora y me respondió con una sonrisa: “son las 4 de la mañana y hay exactamente 12 grados”.
L´Imperatrice
En el año 2009 Dolce&Gabbana irrumpió en el mercado de las fragancias con la colección Anthology, inspirada en la baraja del tarot marsellés. L´Imperatrice, correspondiente a la carta número 3, es un perfume con notas de salida frutales: bayas rojas, kiwi y ruibarbo, planta herbácea que le otorga un dejo de frescura acidulada. El corazón contiene sandía, jazmín y cyclamen, con su característico olor a violetas; finalmente el fondo deviene amaderado por el almizcle y el sándalo.
La Emperatriz es una carta que implica generación y aunque a primera vista parece que su soberanía se limita al reino mundano, el cetro de oro que descansa en la mano izquierda se proyecta sobre la realidad terrestre para elevarse hacia el espíritu, de ahí las alas de oro que se fusionan con el trono. El águila grabada en su escudo implica alcanzar las alturas más remotas: el hogar del ave podría encontrarse en el Monte Olimpo y representa una fuerza vital propia del principio femenino.
La Emperatriz se encuentra más allá de las leyes mundanas y su guía y fuente es la intuición: cuando nos encontramos con un bloqueo por situaciones no resueltas podemos recurrir a ella. Generar y transformar son dos aspectos con un origen común y nos conectan con el conocimiento intuitivo, tan necesario para ampliar la comprensión mientras penetra en nuestras fosas nasales la ligereza afrutada de L´Imperatrice.