Sigo a la manada, voy retrasado, hace tiempo que dejé de ser el macho alfa pero no me importa, hace tiempo que la perdí y eso hace que no quiera competir. Ella era todo para mi, crió a mis cachorros que ahora lideran otras manadas y estoy orgulloso por ello, mis genes seguirán vivos cuando yo muera.
Cazamos, los ciervos en invierno no tienen salvación, sus huellas son visibles en la nieve, el olor los delata, la caza seguirá a través de la montaña, no podrán evitarnos, su pista es realmente fuerte para un olfato tan desarrollado como el nuestro, somos cazadores y no podrán evitarnos.
Mis recuerdos vuelan hacia el pasado, cuando era un macho de pelaje gris, orgulloso, fuerte y experimentado en guiar a la manada. Ella era todo para mi, crió a mis cachorros y lo hizo bien, nadie como ella para hacerlo. Por ella y mis cachorros recorrí cientos de millas, rastreé todo el monte buscando presas, tragaba hasta hartarme y en la madriguera las regurgitaba para que no les faltaras nada y crecieran fuertes y algún día comandaran la manada.
Pero un día ella abandonó la manada, echaba de menos sus predios, la tierra donde sus antepasados abonaron con sus huesos. Ella desapareció y con ella su ilusión, su vida, su energía se evaporó con ella.
Él se retrasa de la manada y por la noche subido a un berrocal aúlla al a luna.