Revista Diario

Blogonovela: Confesiones de una Esposa Extranjera. Parte XVI

Publicado el 29 enero 2013 por Historias De La India @HistoriasIndia

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Nueva Delhi

Era imposible no sentir la presencia de Vikas, ni siquiera cuando dormía. Su última excentricidad era escuchar melodías de Beethoven hasta la medianoche ya que al parecer lo hacía sentirse inspirado. Ese chico soñador que Gauri describía en su diario se había transformado en un hombre melancólico y sarcástico que buscaba congraciarse con la vida a través de sus recuerdos. Estuve dando vueltas en la cama sin poder dormir, no sabía si eran los clásicos acordes o la separación de Rohit lo que me atormentaba esa noche. Bajé a tomar un vaso de leche tibia para calmar mi ansiedad y acepté la invitación de la brisa nocturna que se colaba por las ventanas. Habían caído las primeras lluvias pre monzónicas y los árboles se batían rebeldes contra el viento reflejando sus sombras sobre una inmensa luna plateada. Me senté en el jardín y la voz de Vikas interrumpió mis pensamientos.

—¿Sufres de insomnio sobrina?

—No tio—suspiré profundamente—me invade la tristeza…vine a este país a estar con Rohit, no vine a presenciar su ausencia.

—¿Y qué te lo impide?

—Su testarudez, le dije que no me importaban las estrecheces, sólo estar a su lado.

Se sentó estirando sus piernas sobre otra silla.

—¿Cuando te convertiste en una esposa sumisa?…siempre me diste la impresión de ser una mujer luchadora…

—No sé—dije tomando un sorbo de leche—tal vez trato de complacerlo para evitar más conflictos.

—Camila, si Rohit quería una mujer sumisa se hubiese casado con una chica Hindú…¿Qué necesidad tenía de enfrentar a la familia?

—Ninguna…pero…

—Nada de excusas, vete a Nueva Delhi…no le sigas el juego a mi cuñada…¡encuentra tu felicidad!

La luz de las farolas se reflejaba sobre el rostro de Vikas dándole una apariencia espectral. Lucía más demacrado que de costumbre pero al hablar irradiaba una extraña sensación de paz. Me despedí estampando un beso en su frente y prometiéndole que lo iba a pensar.

La siguiente mañana caminé hacia la plazoleta. Un sadhu* daba vueltas alrededor de una hoguera improvisada mientras extendía sus manos pidiendo limosnas. Los saris de las damas luchaban contra el viento formando largas y delicadas ondas. Bajé las escalinatas hacia el río y sumergí mis pies en las aguas heladas. Una niña fisgoneaba en el basurero removiendo restos de comida descompuesta. No tenía más de 10 años y la cabellera le caía sobre los hombros en dos gruesas trenzas sujetas con trozos de hilo y tallos de jazmín. Era morena, ágil y delgaba y a vestía largas faldas que le llegaban hasta los tobillos. Me acerqué silenciosamente y le pregunté su nombre.

—Anupa—contestó risueña mordizqueando unas conchas de tomate podridas.

—¿Porqué comes basura?

—Tengo hambre…

—¿No te dan comida en tu casa?

—A veces no, mis padres prefieren dársela a mis hermanos…

—¿Y porqué?

—Por que son hombres—contestó con naturalidad.

Unos inmensos ojos almendra oscuro me miraban tímidamente.

—¿De dónde eres?—me preguntó

—De América

—¿Vives aquí?

—Si, muy cerca de aquí…¿quieres acompañarme?

Asintió sin vacilar y me siguió a la casa del rio. Era el día de mercado para Nalini y aproveché su ausencia para prepararle comida a la niña. Sin perder el tiempo, calenté una sopa del día anterior y amasé varios rotis. Anupa se sentó a mi lado en la mesa de la cocina devorando ansiosamente hasta la última gota. Media hora después escuché el motor de un auto seguido de voces y me quedé paralizada. Ví asomar el horror en los ojos de Anupa quién volvió la cabeza esperando lo peor. En efecto, allí estaba Nalini seguida de Nakusa quien transportaba las pesadas bolsas del mercado. Su cara estaba distorsionada por la ira, la misma cara que había puesto aquel día en la estación del tren, una cara llena de indignación. Nalini avanzó un paso hacia Anupa.

—¡Corre! —grité y Anupa obedeció pero Nalini la cogió del brazo.

Los platos rodaron por el suelo obra de un manotazo e instintivamente me levanté de un tirón interponiéndome entre Nalini y la niña. Anupa aprovechó mi reacción y emprendió su vuelo casi de inmediato seguida por una retahíla de insultos por parte de Nalini.

—¿Cómo te atreves?—me gritó Nalini con los ojos fuera de sus órbitas y los brazos en jarras.

—¡No me grite señora!

—¡Te grito mil veces por que ésta es mi casa!—sus ojos echaban chispas

—Eso no le da derecho a atropellar a otras personas

—¿Personas?, ¿cuales personas?, ¿esa mugrosa harapienta que contaminó mi cocina?

—¿Cómo puede ser tan insensible? ¡Es sólo una niña hambrienta!

—Lo que yo piense no es de tu incumbencia…¡lo sabía! ¡Desde que supe de tu existencia, sabía que sólo serías una fuente de problemas!

—¿Es que usted nació sin alma Nalini?

Nalini estaba fuera de sí y me hubiese estampado una bofetada pero detuve su brazo a tiempo.

—¡No se atreva!

—¡Lárgate! ¡Fuera de mi vista! ¡Eres una vulgar, insolente que no sabe respetar a sus mayores!

—Si respetar es quedarme callada ante todas sus barbaridades, lo lamento pero…

—¡Dije que te largues!—me interrumpió

Jamás me sentí tan miserable e impotente. Sentí como si estuviera cayendo por un abrupto precipicio, sujetándome a las ramas y acabando con las manos vacías. La habitación se movía vertiginosamente arriba y abajo, se balanceaba de un lado a otro. Subí corriendo a mi habitación, busqué mi maleta y comencé a empacar mis pertenencias sin orden ni sentido. Mi corazón latía aceleradamente y poco a poco la rabia se apoderaba de todo mi ser. No lloré, las injusticias de una mente tan obtusa no merecían mis lágrimas. Caminé hasta la vía principal a tomar un autorickshaw y me dirigí a la estación del tren. Necesitaba pensar y alejarme de ese infierno cuanto antes. En la ventanilla pedí un boleto a Delhi en el próximo tren y una hora más tarde viajaba en un compartimiento sólo para mujeres. Todas las damas en el vagón me miraban con insistencia y sonreían pero mi mente se hallaba perdida en otra dimensión. Había tratado de comunicarme con Rohit desde la estación pero fue imposible, supuse que a la larga, ya se enteraría. El paisaje alternaba entre planicies en tonos café y verdes pastizales a través de los sucios cristales y en ocasiones el tren se detenía por el lamentable estado de las vías en algunas zonas inundadas por las lluvias.

Hice un inventario mental de mi vida en los últimos meses y me preguntaba seriamente hasta qué punto podía tolerar tantos atropellos en nombre del amor. Mi situación era difícil…si consultaba con alguna amiga de mi pasado o incluso mi madre con seguridad me tildarían de loca. Por otro lado, cuando conversaba con las chicas Indias pensaban que mi situación era normal.

—No todas corren con la suerte de una suegra comprensiva…

Había comentado Ishita con resignación en una tarde de té. Al parecer el amor de pareja en India era un asunto comunitario y su éxito dependía del perfecto balance en el ámbito familiar.

Llegué a Nueva Delhi al dia siguiente. A través de la ventanilla me llegaban efluvios intensos; el aroma de las samosas* se fundían con el olor punzante de los vapores del diesel y el hedor a podrido, basura y heces. La estación era un hervidero de sonidos; los gritos de los vendedores resonaban en mis oídos entremezclados con los compases de la música hindú. Salí a la calle atestada de ciclistas, peatones apresurados y rickshaws que desprendían un humo azulado, todos ellos abriéndose paso a través de un laberinto de callejuelas y pasajes. Me aproximé a un hombre barbudo preguntándole donde conseguir un teléfono y apuntando con su brazo me indicó que cruzara la calle. Insistí llamando a Rohit y para mi sorpresa su teléfono estaba apagado. Acto seguido marqué el número de Kalya.

—¿Si?

—Soy Camila, estoy en Delhi y necesito verte.

—¿Estas de visita?

—No, decidí venirme del todo y no puedo ubicar a Rohit…

—¿Te encuentras bien?

—Si, claro

—Bien, anota la dirección de mi casa y espérame allá.

—Gracias—suspiré aliviada.

El conductor se detuvo delante de un edificio estrecho, mal pintado, situado en una transitada esquina donde se cruzaban dos calles sinuosas. Le pagué, cogí mis maletas y me dirigí hacia una puerta tallada con intrincados diseños. El edificio tenía balcones de madera y todas las contraventanas estaban abiertas. En muchos de los balcones había ropa tendida. Subí los crujientes peldaños hasta llegar al segundo piso y recorrí un pasillo en penumbra hasta alcanzar la última puerta de la izquierda. Comprobé la dirección que llevaba apuntada en el papel que tenía en la mano y llamé a la puerta. Una mujer rechoncha de mediana edad vestida con un sari estampado me recibió y me indicó que siguiera. Las paredes de la habitación eran de adobe y no había más mobiliario que una alfombra vieja, un desvencijado sofá, una mesa con cuatro sillas y un televisor. Me ofreció un vaso con agua y lo acepté de buena gana, tenía mucha hambre y al parecer leyó mis pensamientos. Más tarde nos encontrábamos sentadas una frente a la otra en la mesa del comedor mientras yo devoraba sus guisos. Tenía una sonrisa dulce y una mirada maternal que me recordaba a Conchita, mi madre.

Cuando Kalya llegó ya había descansado y me sentía más animada.

—¡Cuéntamelo todo!

—No creo que tenga nada nuevo que contar—dije mientras sostenía la taza de té entre mis manos.

—¿Entonces te estableces definitivamente aquí?

—Al menos eso he decidido yo…no sé que pensará Rohit…

—¿Acaso regresarías a Gujarat si él te lo pidiese?

—Definitivamente no—contesté con brusquedad

—¡Pues entonces comencemos a buscarte un empleo!—exclamaba Kalya con una sonrisa contagiosa.

—Me hizo mucha ilusión lo que me dijiste aquella vez que hablamos y no niego que parte de mi decisión se apoyó en la expectativa de obtener un empleo, tomando en cuenta nuestra precaria situación actual…

—No te preocupes, ¡mañana mismo empezaremos a trabajar en eso!

—Gracias.

Nuestra velada se interrumpió con el timbre del celular de Kalya

—Es tu Rohit…

Hablamos brevemente ya que esa noche se encontraba de guardia en el hospital y sería imposible vernos. Nalini ya lo había llamado contándole una versión dramática de los hechos…

Acordamos que la mejor opción para mí era permanecer en la casa de Kalya un tiempo mientras nuestra situación mejoraba. Meera y Vijay nos habían ofrecido alojamiento pero no quería ningún nexo cercano a Nalini. Diariamente revisaba los periódicos y los anuncios de empleo online y la gran mayoría demandaban personal para trabajar en los centros de llamado los cuales habían encontrado un interesante nicho en la India.

—Esos empleos son muy duros ya que debes trabajar toda la noche—decía Kalya

—En este momento creo que soy capaz de trabajar en cualquier cosa…

—No Camila, solo debes tener paciencia, pronto tendremos algo.

Sus palabras se hicieron realidad un mes después al concertar una entrevista para un pequeño diario local. Buscaban una persona con conocimientos de español para escribir artículos sobre la economía del país destinados a promover la inversión extranjera. Era Lunes por la mañana y me vestí de manera conservadora con un pantalón café de botas anchas y una camisa color crema que llegaba a las caderas. El cabello lo llevaba recogido en una cola de caballo y me apliqué muy poco maquillaje. Media hora antes a la cita me encontraba sentada en una salita de espera que hacía de antesala a la oficina del gerente de recursos humanos. A pesar de mi puntualidad fui atendida una hora después…

—Adelante—indicó su asistente

El Sr. Arora tenía una calva incipiente y su tez era clara. Usaba anteojos para leer y me invitó a tomar asiento con un gesto cordial.

—Buenos dias—saludé

—Buenos días Sra. Patel

Su acento inglés era exageradamente Británico y su propósito era presumir su privilegiada educación foránea.

—¿Venezolana?—preguntó cortésmente

—Así es…

—Hmmm…¿y que la trajo por estas tierras?

—El amor—dije pícaramente

El Sr. Arora  reacomodó sus anteojos arqueando las cejas.

—Bien, bien y ¿que hace el Sr. Patel?

—¿Mi esposo?

—Si, claro, su esposo…

Fruncí el ceño…¿no se suponía que debía entrevistarme a mi?

—El es médico

—¡Oooh! ¿Y donde estudió su esposo?

—En Boston—contesté aún más extrañada

—Mi hijo asistió a Harvard y mi hija a la universidad de Oxford…¡ambos ex-ce-len-tes profesionales!

—Lo felicito pero ¿podemos hablar de mi?

—Ja, ja…claro Sra. Patel

—Puede llamarme Camila si desea

—No. No…Sra. Patel está muy bien…—continuó—aquí veo que trabajó muchos años en una revista.

—Si, básicamente escribía reseñas de corte cultural

—¿Y los padres de su esposo también son médicos?

Al parecer los logros de los Patel serían mi pasaporte al éxito…

—Ellos…ellos son dueños de un gran emporio textil en Gujarat. Tienen sucursales en todo el país.

—¡Que interesante!

—No sólo eso…fíjese…¡también son casi familia del Mahatma!…todos nacieron en Porbandar.

El Sr. Arora abrió los ojos desorbitadamente.

—No se hable más, preséntese la próxima semana para comenzar.

Me despedí con una sonrisa triunfal inclinándome con un sutil namaste pensando que después de todo el fin justifica los medios.

Kalya representaba todo lo opuesto a cualquier chica India que hubiese conocido. Aparte de ser completamente independiente era asombrosamente segura de sí misma. Además de su gran entrega al trabajo era una dedicada activista a favor de los derechos de la mujer. A lo largo de la historia, las mujeres en India habían sufrido todo tipo de abusos como el sati*, el matrimonio infantil, la poliginia y el abandono en la viudez. La sola mención del tema despertaba apasionados e interminables discursos sobre la causa…

—Mientras las mujeres de mi país continúen resignadas a su destino siguiendo las hipócritas tradiciones que las esclavizan….India nunca dejará de ser un país peligroso para nosotras…¿Cómo es posible que los hombres saquen su pene en plena vía pública para hacer sus necesidades y ningún policía se los lleve presos?…¿puedes creerlo?

—Claro que lo creo…lo vivo a diario y al igual que tú siento mucho coraje.

—La mujer es muy culpable por su baja autoestima y  la dependencia financiera que las convierte en blanco fácil de la violencia…es por eso que trabajamos duro en el desarrollo de programas sociales para educar a las mujeres en las villas, en el campo y así elevar su ego…tal vez no cambiaremos al país pero ciertamente cambiaremos la vida de muchos.

—Estoy segura que así será, especialmente si todas tus compañeras sienten tu misma pasión y firmeza.

Kalya se durmió con una modesta sonrisa dibujada en su rostro.

El edificio del diario era una moderna torre de cristal en un área privilegiada de la ciudad. Lata Kapoor me recibió el primer día para darme un tour por todo el complejo de oficinas. Era una atractiva chica del Punjab en la treintena que amablemente me mostró mi sitio de trabajo y me presentó a casi todos los empleados.

—¿Es cierto que eres familia del Mahatma?—me miró con incredulidad

—Eh…no Lata, yo soy extranjera…es la familia de mi esposo…y no…no son familia…son, digamos…muy allegados a la familia del Mahatma—dije apenada

—¡Guao! ¡Que suerte casarte en una familia tan notable!

Si tan sólo supiera pensé…

—El Sr. Manoj Chatterjee es nuestro jefe, pero en este momento no se encuentra en el edificio, es un hombre muy ocupado…

La mayoría de los empleados eran personas entre los 25 a los 45 años. El espacio de trabajo era un piso amplio dividido en cubículos rectangulares separados con tabiques de madera. Solo los directivos tenían oficinas privadas. Me dediqué a limpiar mi escritorio y a familiarizarme con los programas de edición del computador. El tecleo de una máquina de escribir me sorprendió y al voltear divisé un caballero con el cabello canoso tipeando con gran entusiasmo.

Desde mi llegada Rohit y yo habíamos pasado algunas noches juntos en su pieza. El tráfico de Delhi era infernal así que esa tarde nos reunimos en un café ya que el hospital quedaba a medio camino entre la casa de Kalya y  las oficinas del periódico.

—¿Como estuvo tu primer día de trabajo?

—Pues muy bien…soy toda un celebridad…tal vez cambie mi apellido al de Gandhi.

Rohit sonrió pero casi de inmediato su sonrisa se borró del rostro.

—Cami tenemos una conversación pendiente…

Yo  había tratado de evitar el tema de su familia desde mi llegada.

—¿Sabes porqué no quiero hablar de ese tema?—dije con tristeza en mi voz

—¿Porqué?

—Porque no tengo interés en discutir contigo…

—No se trata de discutir, se trata de arreglar esta situación, es mi familia Camila…no son tus enemigos…

—¡Rohit tu madre casi me golpea! ¿Te parece una reacción normal?

—Claro que no pero ella siente que le faltaste el respeto

—¿Entonces eso justifica sus actos? ¡Nalini es tu madre, no mi madre!

La gente alrededor volteó a vernos.

—Cálmate Camila…comprende por favor, no justifico a mi madre, no justifico sus actos, pero debes entender que es mi madre, también es tu suegra y finalmente es mi familia.

—Exactamente…

—Esta situación es inaceptable.

—Rohit…dicen que el tiempo cura las heridas, por favor no insistas y dejemos que el tiempo pase. En este momento sencillamente no estoy preparada para ver a tu madre…

Puse un dedo en sus labios indicándole con ternura que la conversación había terminado.

—¿Qué te parece si concentramos nuestros esfuerzos en salir adelante?

Salimos abrazados del café contemplando el sol en el ocaso y soñando con un mañana mejor…

GLOSARIO DE TERMINOS:

*Sadhu: hombre que renuncia a todos los vínculos que lo unen a lo terrenal o material en la búsqueda de los verdaderos valores de la vida.

*Samosa: una empanada de forma triangular, típica de la cocina del sur de Asia.

*Sati: en el hinduismo, la inmolación de la viuda en la pira funeraria a la muerte del marido.

Continuará…

Historia de Ficción original de:

Lorena Mena

Ilustraciónes:

Lorena Mena

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