Revista Diario

Blogonovela: Confesiones de una Esposa Extranjera. Parte XXI

Publicado el 14 abril 2014 por Historias De La India @HistoriasIndia

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Aroma a Sándalo

El dolor de aquel fatídico día quedaría plasmado en nuestra memoria eternamente. Una manada de buitres cuya formación se dibujaba como un reguero de círculos negros contra el cielo, emergía de la nada anunciando muerte y desolación.  Vikas murió instantáneamente, sin palabras ni despedidas. Finalmente se reuniría con Gauri…finalmente el alma de Gauri descansaría en paz. La impotencia que nos envolvía desafiaba la fuerza implacable de nuestros instintos. En algún lugar un perro ladraba incesantemente. Rohit trató de abalanzarse sobre los asesinos y yo lo retuve con todas mis fuerzas. Aún me estremecía recordar sus ojos desorbitadamente iracundos y los sujetos alejándose dejando una estela de dolor y muerte. Rohit volvió los ojos hacia el cielo estéril como suplicando a los dioses y luego, despacio, muy despacio, empezó a sollozar.  Ambos llorábamos desconsolados, como dos niños aferrados a las manos de Vikas, nudosas y salpicadas de venas azuladas. Esas cálidas manos creadoras de magia que nunca más volverían a pintar. Mucho después sentimos que unos brazos nos separaban y horas más tarde retiraban los cuerpos mutilados de los que no habían tenido tiempo de refugiarse.

Una ola de violencia se apoderó de la India los días siguientes como una oscura pesadilla que quedaría grabada en sangre en las páginas de su historia. La culpa del trágico suceso del tren recayó de inmediato sobre la comunidad Musulmana…sin preguntas ni investigaciones. Se hablaba de una conspiración orquestada desde Pakistán a pesar de una falta total de pruebas que sustentara dicha teoría. El solo hecho de ser Musulmán o estar casado con uno era razón suficiente para ser asesinado. En menos de dos días más de 2.000 Musulmanes fueron ejecutados…la gran mayoría murieron quemados en vida dentro de sus hogares. No hubo piedad o compasión con los niños y ancianos. Las mujeres eran violadas en masa, mutiladas y finalmente quemadas. Musulmanes de todas las clases sociales, desde las más remotas villas y ciudades huían por sus vidas. La complicidad de la policía y los políticos locales de la extrema derecha Hindú en la matanza fue abierta y descarada. Mientras las autoridades no intervinieron, los políticos incitaron a la multitud a continuar la violencia. No se había vivido nada parecido en el país desde las revueltas antisijistas que sucedieron en Nueva Delhi luego de que Indira  Gandhi fuese asesinada por su guardaespaldas en 1984.

Nos preguntamos miles de veces porqué Vikas fue asesinado, pero en esos días abundaban las preguntas sin respuesta. La primera polémica familiar fue decidir en cual de las casas del río se llevarían a cabo los rituales funerarios. Vijay, el hermano mayor, impuso su voluntad y decidió que sería en la casa de Anil para el placer de Nalini, quien hasta en la muerte de su cuñado buscaba protagonismo social.

Muchas personalidades del mundo cultural y  político asistirían a despedirse del insigne artista y mientras la mayoría parecía preocuparse por el tipo de vestimenta a utilizar durante esos días, Rohit y yo encontrábamos consuelo en la desvanecida y olvidada gloria en la que había quedado sumido el estudio de Vikas.

Un aroma a sándalo impregnaba el ambiente. El cuerpo de Vikas había sido aseado con agua de las nueve kumbhas* y envuelto en una tela blanca. Le aplicaron aceite de sésamo en la cabeza y su cuerpo se colocó en un palanquín en dirección este. Una lámpara de fuego se mantenía encendida cerca de su cabeza mientras se llevaban a cabo cánticos y  oraciones. El siseo de los saris de algodón blanco se desvelaban en perfecta sintonía con el impoluto blanco de las túnicas de los caballeros. Sollozos, lamentos y palabras de admiración se confundían entre el bullicio y los susurros de los asistentes. Se repartían empanadas de aloo tikkis* amontonadas en una bandeja con menta especiada. También había finas tostadas con mantequilla reblandecida, trozos de fruta fresca y té.

A falta de un hijo mayor, Rohit cumplió con los deberes rituales. Cuando el cortejo fúnebre partió en horas de la tarde hacia la pira de cremación el sol brillaba aún con febril intensidad. Solo los hombres podían asistir. Los más allegados cargaban en sus hombros las cuatro bases del palanquín. Encima de la tela blanca que cubría el cuerpo, una lluvia de flores y guirnaldas cubría la manta en su totalidad. La procesión se perdió a lo lejos por el sinuoso camino.

Nalini sabía elegir el juego adecuado de costosas joyas, adular a los invitados y también envolver su cuerpo en gasas de precios desorbitados. Pero donde más éxito alcanzaba era en su capacidad de despertar los celos entre las asistentes, simplemente haciendo uso de la palabra mientras tomaba una taza de té abrasador.

—Rohit es un chico estupendo. ¡Sin duda algún día será un gran cirujano¡ ¿Una o dos cucharaditas de azúcar?

—¡Anjana es una madre dedicada! ¿Una galleta? No, tienes que probar una, son importadas.

—Oh, si, la extranjera, ¡ya hace dos años que se casaron y todavía no hay señal de la llegada de un bebé!  ¿un poco más de té?

La competencia entre amigas para ver cuál de ellas llevaba la vida de primera clase se había convertido en un auténtico evento atlético. Si Nalini tenía un objetivo en la vida, ese era ganar. De hecho, el mes anterior, sin ir más lejos, había batallado por impedir el ingreso de una dama en el exclusivo grupo de los almuerzos del club. Me enfermaba su vaciedad y ego enfermizo.

La abuela Guna permanecía erguida envuelta en su túnica de lino, descalza y con la cabeza cubierta, pronunciando varios mantras*.  Su mirada se tornaba ausente rodeada de un grupo de ancianas. Por alguna extraña razón resplandecía enfundada en su blanco atuendo con la mirada perdida en el horizonte. Anjana luchaba tratando de controlar los impulsos de Binal pero siguiendo con puntual atención los comentarios superficiales de su madre.

Una mujer de tez clara, cabello corto, brazos delgados y baja estatura que permanecía apartada del resto de los asistentes me miraba con insistencia. En dos ocasiones esquivé su mirada. Llevaba un sari blanco, tal como dictaba la costumbre en los funerales. Nuestras miradas finalmente coincidieron y sin vacilar se aproximó hacia mi. Tomó mis manos con suavidad en señal de saludo.

—¿Quién eres?—pregunté desconcertada

Soy Kalyani de Berhampore y estoy aquí para ayudarla dijo casi en un susurro.

Mi corazón comenzó a latir aceleradamente. ¿Kalyani?,… ¿la empleada de Gauri?. Titubeé antes de responder torpemente.

—En-cantada de conocerla…

—No temas Camila, estoy aqui porque Vikas me lo pidió.

—¿Vikas?—pregunté frunciendo el ceño.

—Asi es…Vikas. Siempre estuvimos en contacto a lo largo de todos estos años,  aún después de la muerte de la señora. Es una gran pérdida para todos…

Nalini atravesó la estancia hacia la cocina mirando a Kalyani con curiosidad. La mujer me tomó del brazo discretamente y salimos hacia el jardín.

—Jamás pensé…

—Ssssh—me interrumpió Kalyani colocando los dedos entre sus labios—las paredes tienen oídos en esta casa…

Tomamos el sendero hacia el acantilado donde se extendía el río majestuosamente. Un puñado de chabolas de paja frente a la orilla desafiaban la fuerza del viento. Una chica caminaba mojando sus pies en el agua y los espejuelos de su sari dibujaban pálidos y desordenados círculos de luz en el suelo.

—Supe por Vikas que has visto a Gauri…

Suspiré profundamente

—Así es, lo que Vikas nunca supo fue que la vi antes de irnos a Ahmedabad y ahora comprendo su mensaje.

—No me sorprende la presencia de su espíritu, su vida siempre giró alrededor de él…

A lo lejos se escuchaba el chasquido de un látigo sobre la espalda ensangrentada de un buey, gritos de hombres y lloriqueos de niños hambrientos desfilando frente a las tranquilas aguas. Tomamos el sendero hacia la casa de Gauri y en el camino Kalyani recogía flores silvestres. Al llegar, un escalofrío recorrió mi espalda. Kalyani introdujo la llave en el cerrojo de la puerta principal y al empujarla, una cálida ráfaga de aire golpeó nuestros rostros.

—Siempre conservé la llave…

—¿Porqué nunca nos vimos antes?

—Yo si te vi en una ocasión sentada en el jardín leyendo un libro.

Kalyani se agachó con agilidad frente al santuario hasta tomar asiento a pocos centímetros del suelo delante del altar de mármol blanco adornado con pequeñas figuras de los dioses de bronce y plata. Un enorme lingam* de piedra labrada se erigía bajo una imagen enmarcada de Saraswati, la diosa del Conocimiento. La divinidad estaba representada descansando sobre un loto blanco con un lustroso pavo real a los pies. Kalyani depositó las flores junto a un pequeño cuenco de plata lleno de manzanas, plátanos y coco fresco. Encendió las diyas y, juntando las manos, cantó el mantra Gayatri*. Om bhoor bhuva suvah. “Oh, creador del universo, dador de vida y de felicidad…”  Seguidamente roció con pétalos de naranja que trajo de la cocina las imágenes de Krisna y de Radha, su divina consorte. Me transporté en ese pequeño instante con Kalyani. Era como si durante unos instantes hubieran quedado al margen de las preocupaciones del resto del mundo. En cuanto concluyeron sus plegarias recitó una historia de las grandes épicas. Se incorporó en su asiento al tiempo que se le velaban los ojos.

—Había una vez un gran rey que anhelaba por encima de todas las cosas tener descendencia. Rezó durante muchos años y llegó el día en que tuvo una hija. La pequeña se convirtió en una mujer inteligente y hermosa, pero ningún hombre osaba pedir su mano, de modo que su padre la envió de viaje, no sin antes apremiarla a que encontrara un marido merecedor de sus dotes.

Yo conocía a medias la historia del Mahabharata. En ella, la princesa conoce a un noble príncipe que está condenado a morir en el plazo de un año. Aun así, se enamora de él y se casan. En su último día en la tierra, se adentran en el bosque, donde Yama, el dios de la Muerte, le separa el alma del cuerpo. Incapaz de renunciar a él, la princesa sigue a Yama por la espesura y el desierto sin que su determinación flaquee un solo ápice. Por fin, en las proximidades de su reino, Yama le concede cualquier deseo salvo el de recuperar la vida de su esposo. “Te ruego entonces que me concedas muchos hijos”, le pide la princesa. “Y que su padre sea mi marido.” —El dios Yama sonrió, sabiéndose vencido —concluyó Kalyani—. “Ve”, le dijo. “Mereces recuperar su vida.” La princesa regresó corriendo al bosque y encontró allí a su esposo, que parecía despertar de un largo sueño. Volvieron juntos al reino del príncipe y vivieron como rey y reina hasta el fin de sus días.

—Así que ya lo ves —añadió Kalyani—una esposa debe ser siempre valerosa, sobre todo en lo que concierne al bienestar de su marido.

—Eso solo sucede en los cuentos—dije esbozando una sonrisa

En la cocina Kalyani preparó un té sazonado con aromáticas especias. El mismo aroma a sándalo invadía el ambiente.

—Kalyani…¿Porqué no te quedaste aqui en la casa del rio?

—Nalini nunca me quiso…al morir Gauri tuve que irme.

Tomé un sorbo de la humeante bebida.

—¿Qué paso con Gauri?

Un destello de dolor asomó en los ojos de Kalyani.

—Hay cosas de las que es mejor no hablar.

Bajé la cabeza avergonzada. Finalmente ¿qué me daba derecho a escarbar entre los recuerdos de un trágico y triste pasado?

Kalyani abrió las dos ventanas de la cocina que daban al camino de acceso a la casa.

—Fueron dichosos hasta que Nalini sembró la duda en el corazón de mi Gauri. El odio de esa mujer no tiene límites…debes alejarte de ella si quieres ser feliz.

El calor de la cocina me envolvió como un abrazo mientras miraba fijamente el rostro de Kalyani.

—¿Crees que Rohit quiera alejarse de su madre?—pregunté

—Cuando las personas tienen miedo lo achacan a cosas oscuras y desconocidas. Si algo te asusta, debes enfrentarte a ello.

—Nunca he tenido miedo…

—Lo sé, lo veo en tus ojos, veo fuerza dentro de ti.

—He tratado de complacerla y he terminado enfrentándome a ella…es una situación difícil porque amo a Rohit y ella es su madre.

—Es su madre pero no la dueña de su corazón—dijo sonriendo.

Kalyani abrió una bolsa plástica que traía consigo y sacó una carpeta color café. Extrajo un documento sellado y extendiendo su brazo dijo:

—Entrégale este documento a Rohit…es el legado de Vikas.

Arqueé las cejas sorprendida.

—¿De qué hablas?

—Vikas me pidió que conservara este documento desde hace varios años. Siempre presintió que algo le sucedería y se reuniría con Gauri, pero debo confesar que jamás pensé que sería tan pronto…

—Es…¿dinero?

—Dinero, propiedades, obras de arte y valores en bancos extranjeros.

—Pero…

—Debemos sobrevivir a toda costa…Rohit comprenderá —respondió Kalyani, envolviendo de nuevo con sumo cuidado la carpeta dentro de la bolsa.

—Kalyani…¿porqué haces todo esto?

—Mi marido murió cuando yo era muy joven. Me había convertido en viuda. Mis dos cuñadas me sacaron a rastras al patio. Me despojaron de mi ropa y de todas mis joyas. Me borraron el bermellón* de la frente y me dibujaron una línea vertical con cenizas funerarias desde la punta de la nariz hasta la raíz del pelo. Me afeitaron el cabello. Lavaron mi cuerpo con agua fría y lo envolvieron después en un tosco sari blanco. Estuve todo el rato de cuclillas sin dejar de llorar. Alcé la cabeza y vi a Vikas observándome desde el tejado de una casa vecina.

Nadie debía entrometerme, ya que las Leyes de Manu habían dictado esos ritos. Empezaron a darme tan solo una magra comida al día y poco a poco fui quedándose en los huesos. Mi suegra me culpaba por la muerte de su hijo, llamándome khasma nu khaniye que significa devoramaridos. Jamás volvieron a utilizar la palabra “ella” para referirse a mi, sino “eso”, como si hubiera dejado de ser merecedora de género. Una piadosa niña me pasaba fruta con una cuerda que colgaba de mi tejado y yo la devoraba. Pero un día la vieron y se la llevaron.

Una lágrima escapó de los ojos de Kalyani y surcó su mejilla.

Sentí un nudo en el pecho.

—¿Cómo saliste de alli?

—Me enviaron a los ashrams de Benarés a mendigar para poder sobrevivir. Aunque Gandhi mejoró un poco las cosas para las viudas, todavía no había lugar para nosotras en la sociedad. Un día, sentada en el suelo, pidiendo limosnas, Vikas se acercó. No había olvidado mi rostro. Me entregó un sobre con dinero y me indicó la dirección de esta casa. Me pidió que guardara el secreto entre nosotros…hasta su muerte—se acomodó el palu de su sari y prosiguió—…un pájaro enjaulado no cuenta con nada más que la voluntad de escapar. En su desesperación bate las alas y arremete contra los barrotes; porque el cerrojo de la jaula sólo puede abrirse desde el exterior y el que tiene la llave es el dueño. Y aunque el pájaro lograse escapar podría perecer, ya que no tendría conocimiento del mundo. Allí fuera, su inocencia es su mayor enemigo. Pero tal vez un transeúnte divise la jaula y al pájaro que se encuentra dentro luchando por escapar, doble las rejas para que el cautivo pueda pasar a través de ellas. Y el transeúnte, un amigo, le mostrará al pájaro cómo es realmente el mundo, de modo que el pájaro pueda al fin volar solo…

Continuará…

GLOSARIO DE TERMINOS:

*Nueve Kumbhas: vasijas de cobre y una de arcilla, llenas de agua.

*Aloo Tikkis: aperitivo del norte de la India elaborado de papas y varias especias.

*Mantras: grupo de palabeas que se cree tienen poder espiritual.

*Lingam: símbolo de la energía del dios Shiva.

*Diyas: lámpara de arcilla con una mecha de algodón sumergida en aceite vegetal.

*Mantra Gayatri: es una de las oraciones más reverenciadas del hinduísmo.

*Bermellón: polvo tradicional rojo o rojo anaranjado coloreado cosmético de la India, por lo general usado por las mujeres casadas a lo largo de la raya de su pelo.

Historia de Ficción original de:

Lorena Mena

Ilustraciones:

Lorena Mena

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Volver a la Portada de Logo Paperblog
Por  Yelena Obando
publicado el 08 enero a las 17:23

he leído todos los capitulo que hasta ahora usted a publicado en su blognovela, y estoy ansiosa por leer los capítulos que siguen me encanta así que por favor no demore mucho jajjaja gracias por publicar esta maravillosa historia

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