Revista Literatura
Permíteme que te regale un globo. No un globo cualquiera; sino un globo azul como tus ojos y como tu color preferido.
Tomó el cordel del globo sutilmente con sus suaves dedos y esbozó una sonrisa.
Caminaba orgullosa y tímidamente con su pertenencia flotante atada a su dedo por todo el parque. Las sonrisas que despertaba el globo azul en la faz de los infantes que iban en sus carros de paseo hacían que ella se ruborizara. Las parejas que paseaban por el parque de la mano la miraban. No pasaba desapercibida.
De pronto sintió una sensación extraña en su dedo. El nudo del cordel se desató de su mano, se había deshecho. Alguien lo había deshecho.
Súbitamente se giró sobre sí misma y se encontró él, con sus labios.