Todos en el bufete me llaman Bob Esponja, creen ignoro lo que dicen a mis espaldas: que no soy capaz dar una voz más alta que otra; que de bueno me caigo; que un cliente me tangó dos mil euros en un juicio. Atributos que si se achacasen a otro serían considerados positivos, al referirse a mí, mutan en un conjunto de defectos dignos de crítica y necesitados de una pronta extirpación. ¡Panda de cabrones!
Bien, hoy cambiarán de opinión. Veremos qué cara ponen cuando la linda cabeza de la secretaria (víbora donde las haya) asome colgando de la ventanilla de su coche.