El primer Cabildo de la Ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires era un modesto edificio de paja y adobe en el que se emplazaba la sede de la administración colonial, ubicado en el predio escogido por Juan de Garay en 1580. Contaba con una sala de reuniones y otro espacio que hacía las veces de cárcel; en el año 1610 las tejas provenientes de España cubrieron el techo y la construcción prosperó, instalándose balcones y torres de madera que fueron perfilando su fisonomía.
La precariedad de los materiales utilizados determinaron el progresivo deterioro del edificio que fue demolido y reemplazado en 1725; el Cabildo actual data de 1748, cuando se inauguró el primer piso y en el año 1773 se construyó la torre principal, cuyo techo era de lata. El Cabildo fue el eje sobre el que giró la vida política de la ciudad y el sitio donde tuvieron lugar los acontecimientos históricos más importantes de la época, como el emblemático 25 de Mayo de 1810.
Desde 1938 es la sede del Museo Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo y más allá del edificio que en sí mismo constituye un emblema, se pueden apreciar en el interior tanto las salas donde tenía lugar la vida insitucional de la ciudad como la colección de documentos y objetos históricos que alberga. También se realizan interesantes talleres respecto de diversas temáticas: para aquellos interesados en la restauración mobiliaria o en la técnica del grabado, durante el mes de septiembre se puede acceder a los secretos de este oficio desarrollado por artesanos de los siglos XVIII y XIX.
Museo del Bicentenario
Los antiguos recintos del Fuerte de Buenos Aires y de la Aduana Taylor, que se remontan a los siglos XVIII y XIX respectivamente, fueron recuperados en el marco de los festejos del Bicentenario por orden de la actual administración argentina. Cristina Fernandez de Kirchner inauguró el edificio el 24 de mayo de 2011, luego de una exhaustiva restauración de las construcciones abandonadas que hoy albergan piezas históricas y artísticas, patrimonio que se va incrementando a partir de los sucesivos legados y donaciones de los particulares.
El Museo resulta espectacular por la magnífica arquitectura y por los ejes temáticos que despliega, que permiten al visitante tomar contacto con la historia del país. La fundación de la ciudad, el Fuerte y la Aduana Taylor remontan a la Buenos Aires de los primeros siglos; las antiguas galerías abovedadas de la Aduana constituyen la formidable estructura de la exposición que con soporte multimedia introduce a vernáculos y foráneos en los principales hitos de la historia argentina.
La colección de obras de arte incluye a artistas argentinos de los últimos tres siglos, archivo documental, biblioteca y hemeroteca que incluye a los principales medios de prensa. Entre los destacados, el acrílico sobre tela del año 1972 de Alfredo Bettanin San Martín, Rosas y Perón es una impresionante síntesis histórica que invita a detenerse y observar el devenir del país desde la perspectiva revisionista del artista; el Retrato de Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón, óleo sobre tela que el artista francés Numa Ayrinhac realizara en el año 1948 y único de carácter oficial de la famosa pareja presidencial, concentra la atención de todos los visitantes.
Los casi 5.000 metros cuadrados del edificio demandan tiempo para un recorrido a conciencia; nosotros estuvimos unas tres horas y obviamente resultaron insuficientes. La entrada es libre y gratuita, el personal muy amable y se encuentra a disposición del público asistente; antes de finalizar el circuito, emplazada en el medio del recinto, la fotografía de David Alfaro Siqueiros tras las rejas preanuncia una de las obras cumbre del arte latinoamericano, rescatada y exhibida en el Museo del Bicentenario.
Ejercicio Plástico
Natalio Félix Botana, empresario fundador del innovador diario Crítica, era también el dueño de la quinta Los Granados situada en Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, en la que se alojaban los más conspicuos representantes de artes y letras que desfilaron por el país.
Allí coincidieron el mexicano David Alfaro Siqueiros, los argentinos Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y el uruguayo Enrique Lázaro; allí, en el sótano de la quinta, los artistas dieron rienda suelta a su creatividad bajo la idea matriz de Siqueiros: pintar un mural en el que la figura excluyente fue Blanca Luz Brum, esposa del mexicano, con el empleo de nuevas tecnologías que perseguían el objetivo de crear en el espectador la sensación de encontrarse en un espacio sumergido en el mar. De allí la noción de Ejercicio Plástico, una gimnasia de innovación y experimentación.
En el año 1990 la quinta fue adquirida por particulares que extrajeron el mural del sótano y, debido a las disputas legales sobre su propiedad, fue guardado en contenedores en un depósito de grúas ubicado en San Justo, Provincia de Buenos Aires. Allí permaneció hasta que el año 2003 el entonces presidente Nèstor Kirchner firmó un decreto por el que se declaraba Bien de Interés Histórico y Artístico, a fin de impedir su salida del país; finalmente en 2008 fue trasladado al taller preparado para emprender los trabajos de restauración y hoy se exhibe en un espacio preservado del Museo del Bicentenario.
El mural, cuya fotografía o filmación se encuentran vedadas, resulta de una belleza ondulante que remite a los fondos marinos, acentuado por las figuras de peces, helechos y corales flotantes rodeando las imágenes reiteradas de Blanca Luz que remiten a sirenas y ninfas. Es la única obra de Siqueiros que no tiene contenido político o social, si bien una de las mujeres que personifican a su esposa posee el puño en alto, en una probable alusión a la filiación comunista del artista.
Todas las fotografías resultan mérito de Juan.