Nuestro amigo Pablo, cinéfilo empedernido, nos visitó el último mes de agosto con su familia y mantuvimos largas conversaciones durante horas. En una de estas tertulias la recomendación entusiasta que hiciera de la película Carol nos indujo a sumergirnos en la notable cinta dirigida por Todd Haynes basada en el libro El precio de la sal. Patricia Highsmith había optado por emplear como seudónimo Claire Morgan al momento de su publicación en el año 1952.
Highsmith decidió permanecer en el anonimato aún luego del éxito masivo de su obra, porque El precio de la sal, reeditado actualmente como Carol y firmado por la fallecida autora, abordaba en épocas difíciles el devenir de un vínculo afectivo y sexual entre dos mujeres. Carol es nada menos que una historia de amor, de un amor que vence la mojigatería y los prejuicios y, a contramano de la moral imperante, no concluye de manera nefasta.
Magistralmente interpretada por Cate Blanchett, Carol es una mujer tan misteriosa como bella que se topa casualmente con Therese en la piel de Rooney Mara, quien se aburre entre las vidrieras de la tienda donde trabaja como vendedora; cuando Carol la aborda para comprar un regalo navideño para su pequeña hija se produce una corriente de atracción que ha de unirlas pese a las estereotipadas normas sociales que rigen la época. Mientras Blanchett desborda elegancia y sensualidad, Mara encarna a una joven frágil y tímida: la atracción entre ambas se torna vívida pese al enfoque lento de la cámara de Haynes, que no resulta denso debido a la belleza audiovisual desplegada en contraposición.
Carol y Therese se lanzan a vivir el amor que las une, y en cada secuencia se percibe el cambio que el sentimiento va generando en ambas mujeres: la experimentada Carol se torna vulnerable ante la ternura de Therese, en tanto que esta última se fortalece a partir de la relación, siendo la escena final toda una declaración de principios en este sentido. No obstante y pese al tiempo transcurrido desde la publicación de El precio de la sal, en Carol subyace una certeza: los estereotipos construídos desde el autoritarismo y la intolerancia aún se encuentran, lamentablemente, vigentes.
La fotografía corresponde a la imagen publicitaria de la película.
Apuntes sobre justicia y seguridad
Fui invitada el pasado viernes a la presentación del libro Seguridad y Justicia: Argentina a contramano del mundo, que se llevó a cabo en el Colegio de Abogados de la ciudad. Sin perjuicio del agradecimiento por el obsequio del ejemplar en razón de la amabilidad del autor, lectura en la que aún no me he sumergido, el evento en cuestión disparó algunas reflexiones respecto de la percepción actual de conceptos como los abordados.
Los esenios fueron depositarios de una sabiduría arcana, producto del conocimiento de los misterios que cultivaban con tesón y disciplina. La certeza de la finitud de la vida y del carácter efímero de la existencia los impulsaba a no perder el tiempo, a procurar el camino de la iluminación sin detenerse en las contingencias cotidianas, porque la gnosis o conocimiento era revelada a cada ser humano a través del acceso introspectivo a la chispa divina que existía en su interior.
Los esenios eran dualistas: la materia, en oposición al espíritu, era efímera y en consecuencia temporal; el espíritu contenía en sí mismo la posibilidad de redención a partir del conocimiento de las verdades fundantes respecto de la propia naturaleza. Un esenio pondría en crisis conceptos como “justicia” y “seguridad”, porque en definitiva sentencias, penas y opinión pública resultan contingencias inherentes al mundo actual, tan disímiles como contrapuestas en razón de las sociedades en las que se originan.
Las propuestas y conclusiones del trabajo presentado por el autor, más allá del acierto en cuanto a determinados abordajes, proponen soluciones para paliar situaciones que reflejan en el aspecto externo una masa crítica construída desde el interior de las personas que la componen. Los esenios nos advirtieron acerca de interpretación de la frase bíblica que impulsa a dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios: enfocar sólo la mirada en el César y los suyos y apegarse, en consecuencia, al carácter efímero de la materia, puede resultar en devaneos inconsistentes respecto del trabajo personal que nos ha sido encomendado.
La fotografía corresponde a la imagen publicitaria del evento.
Jabón bicolor
En el centro comercial ubicado en la cumbre de Sierra de los Padres se pueden encontrar artesanías, joyas, indumentaria, gastronomía y jabones naturales elaborados por Panambí.
Panambí es una empresa que se expandió poco a poco, al ritmo de una producción basada en la calidad y el concepto artesanal. Elementos orgánicos y esenciales se fusionan para dotar a cada jabón de aromas diversos y componentes naturales, que dan como resultado una combinación tan agradable como beneficiosa para la piel.
Cada paseo por el pulmón natural cercano a la ciudad constituído por esta cadena serrana constituye una oportunidad para disfrutar, concentrarse en la naturaleza y retornar a casa con una buena dotación de jabones artesanales: aromáticos, terapéuticos y saludables, resultan una opción colorida y exenta de contenidos químicos.