Carta literaria a un poeta

Maestro,
   Tu genialidad nunca hubiese imaginado la cantidad de veces que, infinidad de almas, han navegado, y navegarán, entre pupilas azules y olas bramantes, o han volado junto a oscuras golondrinas y arpas silenciosas, mientras cada átomo de su ser se fusiona con las letras de tus versos.   Te confieso que, a veces, cierro los ojos, y te imagino paseando por tu Sevilla natal, absorbiendo su aroma y alimentando tu ingenio de su magia. O esperando pacientemente el paso de tu amada, fuente de inspiración y causa de tus desvelos, mientras ansiabas recibir esa mirada por la que darías un mundo.
Nunca sabré si lograste descubrir a dónde va el amor cuando se acaba, ni adivinaré el ritmo de tu corazón palpitante cuando los crepúsculos se unían al paso de aquella hermosura arrolladora. No escucharé la frase de perdón que expiró en tus labios tocados por el orgullo. Ni reconfortaré a través del tiempo tu castigado corazón en la soledad de tu lecho de muerte.
Solamente sé que tu poesía azota los sentidos como los huracanes que envolvían tus estrofas. Y que los himnos que salían de tu pluma vuelan, cuan hojas secas guiadas por el viento,  hasta los corazones abatidos para arrullarlos y calmar con ternura sus heridas.
           Por eso, tu esencia permanecerá eterna en esos escritos que han saltado de los abismos de tu cerebro hasta carpetas llenas de sueños y notas de amor furtivas. Y mientras tanto, los poetas que, como yo, bebemos de tu melodiosa obra creamos excusas para pintar a nuestra manera tus versos.