Hubo una vez un tiempo en que a mi buzón llegaban cartas. Eran trozos de papel que alguien había cocinado, macerándolos en el almíbar dulce de los sentimientos. Con ellos aprendí todo lo que sé de la amistad, del amor, del cariño de la familia lejana. Hoy, cuando me deshaga de la publicidad, intentaré no ahogarme con el vacío de la nostalgia.
Buenos días