Revista Literatura

Casimiro

Publicado el 24 agosto 2009 por Chaimon
Casimiro llegó a la clase como todos los días, pero sabiendo algo diferente a lo de todos los días. Hoy iba a contarle su sentir, su parecer, su palpitar a la chica del banquito de al lado. Él sabía que no era la más linda del mundo, sino la única y nadie puede entrometerse en eso. Los niños, en teoría dicen la verdad, por ende sienten de verdad.
¿La única por qué?
Porque no le molestaba que su mamá lo sacuda en la cama para ir al colegio, de hecho la esperaba despierto. Porque tomaba el café con leche con una sonrisa y todo lo que su hermano Leo le bromeaba, no le molestaba. Pero por sobre todas las cosas porque iba a verla a ella.
Llegó decidido a todo.
No sabía si contarle que lo elegían primero a él cuando se jugaba a la pelota o que nadie encontraba mejor sitio qué él para esconderse en una "Escondida" . También podía citarle que al correr, su flequillo volvía al mismo lugar siempre porque tenía el pelo muy lacio y él creía que eso era mágico.
Ese día había eludido como un pequeño zorrito que su madre le elija el pantalón y el remera. Es verdad que debajo de un guardapolvo eso no se nota mucho, pero Casimiro piensa diferente y hay que dejarlo.
Sonó el timbre. Primer recreo de la mañana.
La miraba, no podía dejar de mirarla. El poliládron (si, con acento en la "A"), raramente, no lo llenaba de satisfacción como antes. Y eso que lo intentó.
Terminó el recreo.
La egunda hora estaba llegando a su fin cuando la maestra le pidió que pase al frente y le preguntó si había estudiado.
Él contestó con total soltura con no.
La maestra lo retó como siempre y le dijo que no podía ser que nunca estudie. El cero tenía una dimensión tan desconocida como insignificante ese día.
Sonó el timbre que daba lugar al segundo recreo y se preguntó la razón por la cual el timbre nunca sonaba a su favor.
Ella salió corriendo, pero Casimiro pudo observar justo a tiempo la forma del pelo cuando acariciaba el viento. Nunca había vivido algo así.
También llegó a ver hacia que parte del patio del colegio se dirigía. Mientras continuó dilucidando que decirle; si sobre su pelo, lo de la pelota, no sabía no sabía.
Llegó a metros de ella y en vez de seguir acercándose la llamó por su nombre.
Ella se dio vuelta, lo miró y arrugó su cara no entendiendo porque Casimiro la estaba llamando.
El la miró a los ojos durante dos eternos segundos y escapó corriendo.
Casi todos los primeros amores son iguales.

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